Para quienes defendemos el rol del Estado como garante de la igualdad y la libertad de nuestro Pueblo, de sus derechos y de su felicidad; entendemos que la reducción del mismo responde a intereses determinados. Aquellos que desean un Estado lo suficientemente débil para no garantizar los derechos de la ciudadanía consagrados en nuestra Constitución Nacional, son los mismos que por otro lado defienden instituciones lo suficientemente fuertes para defender los intereses de los sectores más concentrados del poder económico.

El vaciamiento del estado, la desinversión en sectores estratégicos para nuestro desarrollo económico como el sector nuclear, forman parte de un mismo esquema de sumisión y entrega. Los despidos a trabajadores del Estado, con saña y crueldad; incluso a aquellos destacados especialistas de sus campos; está directamente relacionados con el anuncio de la entrega de nuestra soberanía territorial la semana pasada en cadena nacional.

En mi carrera como hombre de Estado, he tenido la responsabilidad de la gestión y la posibilidad de construir equipos, rodearme de trabajadores estatales formados, profesionales, que reivindican su profesión y su vocación. Es inadmisible su persecución y debería ser condenada por todo el arco político argentino. La estabilidad del empleo público está consagrada en el artículo 14 bis de nuestra Constitución.

El gran aporte del peronismo a la historia de la tradición argentina ha sido sumar al Pueblo como un factor fundamental a la hora del ejercicio de la vida pública y estatal. Un gobierno peronista es aquel que, en su rol de regulador, pone los intereses de las mayorías, su bienestar y su pleno desarrollo, un proyecto de país para todos, sobre la mesa; y a partir de ello defiende un proyecto de soberanía política, independencia económica y justicia social. Perón y Eva, Néstor y Cristina son la clara referencia a ellos.

Escuchar al presidente Javier Milei decir que "detesta al Estado" no solo revela los intereses a los que defiende, sino que también pone en riesgo la vida en sociedad. Los Estados modernos occidentales nacieron para poner límites al poder absolutista de los reyes. La división de poderes es uno de los mecanismos que las sociedades democráticas nos dimos para garantizar este límite.

Son nuevos tiempos y como dirigente político entiendo la necesidad de un Estado eficiente, que defienda la soberanía de nuestra patria, el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y el bienestar del pueblo. Un Estado que tenga perspectiva y planificación a mediano y largo plazo. Un Estado que ponga en valor lo nuestro. Esta es la base de un nuevo acuerdo nacional.