18/05/2025
En la Ciudad de Buenos Aires, las elecciones son mucho más que un acto democrático: son una auténtica puesta en escena porteña donde conviven el deber cívico y el delirio criollo. Desde votantes disfrazados de superhéroes como Chainsaw Man o Iron Man, hasta candidatos como Ramiro Marra firmando billetes de 5 dólares en plena escuela, cada elección nos regala una galería de momentos inolvidables. Aparecen también perlitas emotivas, como la de Georgina Bengolea, una abuela de 105 años que llegó en silla de ruedas a sufragar en Recoleta. Y no falta el componente digital: videos virales, memes, y hasta deepfakes con Mauricio Macri protagonizando escenas insólitas o directamente inventadas. Todo esto sin olvidar el costado histórico, con el Museo Electoral que guarda urnas centenarias y boletas de Perón y Menem. Porque si algo caracteriza al voto porteño, es esa mezcla única de humor, tradición y absurdo que convierte cada elección en un capítulo más de nuestra tragicomedia ciudadana.
Por
Melina Schweizer
En Buenos Aires no votamos, hacemos show. Y eso no es ninguna novedad. Cada vez que hay elecciones, los porteños sacamos lo mejor de nosotros mismos: algunos en las urnas, otros en las redes, y varios en el guardarropas. Porque acá votar no es solo elegir al futuro presidente, jefe de Gobierno o concejal -¡qué aburrido sería eso!-, sino una especie de carnaval cívico donde puede pasar cualquier cosa. Y créanme: pasa.
Arranquemos por los disfraces. Si te imaginás una escuela pública de Palermo o Balvanera llena de vecinos comunes votando en silencio, mejor despertate. En 2023, un señor entró a la escuela con una máscara de Chainsaw Man, ese animé japonés que da miedo y gracia al mismo tiempo. No solo votó, sino que bailó. Sí, bailó. Con motosierra imaginaria y todo. Y el video se viralizó como si fuera un tema nuevo de Bizarrap. Otro se apareció como Iron Man, pero sin armadura tecnológica, más bien con cartón pintado y mucho entusiasmo. También hubo varios Spider-Man, probablemente más que en el multiverso.
Pero ojo, que no todo es juventud y cosplay. En Recoleta, una abuela de 105 años -Georgina, patriota y terca como buena argentina- llegó en silla de ruedas, rodeada de su familia. Votó con más dignidad que muchos, y conmovió a todos los que estaban esperando con la cara de "¿por qué no traje mate?". Ahí nomás, un nene le gritó "¡vamos abuelaaa!" y alguien aplaudió. ¿Quién dijo que votar era un trámite aburrido?.
Ahora pasemos al otro lado del mostrador: los candidatos. A veces uno piensa que no pueden superar sus propios papelones... pero siempre encuentran cómo. Ramiro Marra, por ejemplo, decidió que firmar billetes de 5 dólares frente a la mesa de votación era una idea brillante. Spoiler: no lo era. Pero sí logró lo que quería: que todos hablen de él. La polémica estaba servida. Ni hablar del dúo dinámico del PRO, Silvia Lospennato y Hernán Lombardi, que descubrieron el día de la elección que no podían votarse a sí mismos porque tenían domicilio en Provincia. Un detalle menor, ¿no? Casi como olvidarse el DNI o llevar medialunas sin azúcar.
Y hablando de medialunas... lo de Macri ya fue comedia física. Apareció en Palermo con dos docenas de facturas "para las autoridades de mesa" -qué generoso, Mauri-, pero antes de irse, se llevó un paquete. Así, sin disimulo. Como el que regala un libro y después se arrepiente. Las redes estallaron. No por la factura, claro, sino por la escena surrealista que solo él podría protagonizar. Infobae lo contó como si fuera una secuencia de Los simuladores.
Las redes, claro, son las verdaderas urnas paralelas. Ahí se vota con likes, retuits y memes. También con fake news, como ese video trucho generado por IA donde Macri supuestamente anunciaba que Lospennato se bajaba de la candidatura. Un invento tan burdo como efectivo: el Tribunal Electoral porteño tuvo que intervenir y mandarlo a borrar. Porque las "perlitas" no son solo de carne y hueso, ahora también son digitales y con filtro.
Y mientras todo eso pasa en loop cada dos años, hay quienes se dedican a preservar esta locura democrática con devoción de coleccionista. El Museo Electoral, inaugurado en 2022, guarda urnas de madera, padrones viejos como el truco y fichas de votantes inhabilitados, entre ellos Perón y Menem. Es como un Parque Jurásico del voto, pero sin dinosaurios: sólo boletas, sellos y ese olorcito a papel viejo que te dice "acá hay historia".
Porque eso también somos los porteños: un poco historia, un poco meme, un poco circo romano con choripán. Y por eso, cada vez que llega una elección, la ciudad se disfraza, se ríe, se queja y vota. Todo al mismo tiempo. Como debe ser. Porque en esta Buenos Aires de tango y Twitter, de cafecito y conspiración, cada comicio es una excusa más para hacer lo que mejor sabemos hacer: ponerle color a lo que otros hacen en gris.
Y si de paso te llevás una factura, mejor.
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