Entre la Incertidumbre y el Poder: El Costo de la Confrontación
Es triste y doloroso ver cómo nuestro país se desangra en luchas de poder. Algunos parecen disfrutar derribando sin construir, sin medir el daño que causan. La sociedad merece más que incertidumbre y pulseadas políticas.
Es triste, penoso y doloroso lo que está sucediendo en nuestro País. Parece como si algunos encontraran un goce perverso en querer voltear o golpear a un gobierno, no porque tengan propuestas superadoras, sino porque ven que el plan oficial empieza a tambalear. Y lo hacen sin medir consecuencias, como si lo único que importara fuera “ganar la pulseada”, aunque eso implique sumir a la sociedad en mayor incertidumbre y dolor.
Pero no podemos olvidar en qué condiciones se recibió el País. Es justo reconocer que no se partió de cero, sino de una crisis profunda, con problemas estructurales que arrastramos desde hace décadas. En este contexto, resulta doblemente grave que haya sectores que jueguen con el desgaste institucional como si fuera un botín de poder.
Ahora bien, tampoco el gobierno puede excusarse en la herencia recibida ni en los obstáculos de la oposición para justificar errores propios. Gobernar no es actuar con prepotencia, encerrarse en una lógica de caprichos o sostener un rumbo que claramente genera más daño que soluciones. Gobernar requiere templanza, apertura y la grandeza de escuchar.
Pedir ayuda, reconocer fallas y aceptar sugerencias no significa perder conducción ni autoridad. Al contrario, es un signo de humildad y madurez política. Rectificar el rumbo a tiempo es demostrar que se gobierna para todos, no para una minoría ni para un proyecto personal. Porque el verdadero poder no se mide en la imposición sino en la capacidad de unir voluntades y construir consensos.
Hoy la Argentina necesita diálogo, respeto y responsabilidad. No más enfrentamientos vacíos ni discursos altaneros. La gente está cansada de la pelea permanente. Lo que urge es una dirigencia que piense en el beneficio de todos, que entienda que la Nación es más grande que cualquier partido, cualquier ideología o cualquier ego.
El futuro del País no se decide en los gritos ni en la soberbia, sino en la capacidad de dejar de lado mezquindades para trabajar por el bien común. Y ese bien común somos todos.
Jorge Dimuro, “La Voz del Jubilado”