Los fenómenos geográficos más asombrosos de América Latina
Entre la mitología popular y la física atmosférica, la región sigue ofreciendo escenas que desafían la explicación inmediata.
En ciertos rincones de América Latina, la Tierra parece jugar con las leyes de la física. Llueven peces, los ríos se tiñen de sangre, los desiertos florecen como si recordaran su pasado, y el cielo se convierte en una trampa para ranas, perros o fragmentos de carne.
Entre la ciencia y la leyenda, estos fenómenos se repiten cada tanto con un aire de milagro pagano. Son episodios que desafían la lógica, pero tienen explicación. O casi.
Aquí una selección de cinco maravillas geográficas —reales, documentadas— que suceden en el sur del mundo, y que podrían haber salido de un libro de Gabriel García Márquez o Julio Verne.
Llueven peces en Yoro
Cada año, entre mayo y julio, las calles de Yoro, al norte de Honduras, se cubren de peces plateados que caen del cielo como si alguien los arrojara desde las nubes.
La escena es insólita: niños corriendo con baldes, adultos que cocinan lo que encuentran sobre el asfalto mojado, turistas que no entienden si están en la Tierra o en una versión bíblica del Caribe.
La ciencia habla de trombas marinas: remolinos que succionan del mar a los animales y los dejan caer tierra adentro, a kilómetros de distancia. Aun así, muchos pobladores no se resignan a esa explicación y hablan de un regalo divino, de una bendición de los cielos. Sea como sea, Honduras tiene su propia lluvia de peces. Y sucede todos los años.
El desierto que florece
Una vez cada cierto tiempo, el árido y aparentemente muerto desierto de Atacama se convierte en un jardín inmenso. Miles de flores silvestres brotan del polvo seco y pintan el suelo con colores imposibles: violetas, rojos, amarillos.
El fenómeno ocurre cuando las lluvias —escasas pero intensas— empapan el terreno y despiertan las semillas dormidas bajo la arena.
Es el desierto más seco del planeta, pero también uno de los más sensibles a la memoria vegetal. Lo llaman “el desierto que no olvida” porque guarda en su entraña la promesa de volver a florecer, aunque pasen años.
El río que hierve (Perú)
En lo profundo de la selva amazónica peruana, en una zona remota conocida como Mayantuyacu, fluye un río que alcanza temperaturas de hasta 95 grados. El agua burbujea, hierve, y todo animal que cae en él muere en cuestión de segundos.
Durante años se creyó que era un mito indígena, pero el geocientífico Andrés Ruzo confirmó su existencia y lo estudió. No se trata de un volcán cercano, sino de fracturas geotérmicas que calientan el agua desde el subsuelo.
Los pobladores lo consideran un lugar sagrado, y algunos creen que es el aliento de la Tierra.
Lluvia de sangre
El 1 de agosto de 2008, en un pueblo del suroeste colombiano, el cielo se tiñó de rojo. Llovió una sustancia espesa, como si las nubes hubieran sangrado sobre los techos de los autos y las hojas de los árboles.
Las muestras fueron enviadas a laboratorio. El informe habló de partículas de arcilla en suspensión, arrastradas por el viento desde zonas erosionadas. Pero la gente no olvidó el color.
Por un momento, la naturaleza rompió su paleta habitual y pintó de miedo el aire.
Lluvia de ranas
No es exclusivo de América Latina, pero aquí también ocurre: en zonas con tormentas eléctricas muy intensas, como en algunas provincias de México o el norte argentino, se ha documentado la caída de ranas vivas desde el cielo.
La explicación apunta a nubes de tipo cumulonimbo, que pueden succionar pequeños animales durante su formación y luego soltarlos como si fueran gotas pesadas.
En Alicante, España, pasó en 2007. En México, más de una vez. Y quien haya visto una rana aterrizar en su patio en plena sequía, sabe que la ciencia a veces se parece demasiado a la fábula.