Una guerra que no cierra

Donald Trump quiere que termine la guerra en Ucrania. Volodímir Zelenski también. Muchos presidentes y primeros ministros del mundo repiten ese deseo. El único que no lo comparte es Vladimir Putin.

La invasión rusa, que ya superó los tres años y medio, se convirtió en el eje político, psicológico y económico del régimen de Putin. Y esa asimetría —todos pidiendo paz salvo el que maneja los tanques— hace imposible cualquier acuerdo serio.

Trump promete la paz, Putin apuesta a la guerra: la eterna herida de Ucrania

Esta es la calle Yablunska, que se convirtió en el lugar más mortífero para los civiles en Bucha, un suburbio de Kiev   Foto: NYT 

Trump cree tener una fórmula. Dice que con su experiencia como “negociador” y aumentando la presión económica podrá obligar a Putin a frenar. Pero en la práctica, su plan no difiere mucho de lo que hicieron Obama, Biden y hasta el propio primer mandato de Trump: más sanciones económicas, más castigos comerciales y más amenazas que nunca lograron frenar al Kremlin.

Durante décadas, la receta fue siempre la misma: sanciones que, en teoría, deberían empujar al pueblo contra el líder o a las élites a voltearlo. Pero la realidad mostró lo contrario.

  • La gente común es la más golpeada: inflación, escasez, desempleo. Mientras tanto, los oligarcas siguen ricos y blindados.
  • El pueblo termina odiando al enemigo lejano (EE.UU. o Europa) en vez de rebelarse contra su propio gobierno.
  • Las élites compiten entre sí, pero no se arriesgan a desafiar a Putin. Al contrario, se reagrupan y se refugian en Moscú o en paraísos como Dubái.

En Rusia, las sanciones reforzaron la narrativa del Kremlin: Occidente es el agresor y la sociedad debe unirse.

Trump habla de un alto al fuego condicionado. Tal vez una tregua aérea o una retirada parcial de Ucrania. En teoría, eso salvaría vidas en Kiev y Odesa, que siguen bajo bombardeos diarios, pero el costo sería altísimo: Ucrania quedaría mutilada, dividida, con miles de familias rotas y bajo un estado de emergencia perpetuo.

Para Ucrania, la capacidad de atacar con drones en suelo ruso es casi la única carta de negociación que tiene. Renunciar a eso sería aceptar una guerra infinita, siempre en desventaja.

Trump promete la paz, Putin apuesta a la guerra: la eterna herida de Ucrania

Monja habla mujeres  en un refugio subterráneo de Ucrania. Foto: NYT 

Más allá de las jugadas diplomáticas, el drama humano no se negocia.

  • Familias separadas: mujeres y chicos refugiados en Europa, hombres que no pueden salir del país.
  • Ciudades enteras arrasadas: Járkov, a 30 km del frente, vive con el terror cotidiano.
  • Una generación entera creciendo en la incertidumbre de una guerra sin fin.

Cada cifra —cada millón de desplazados, cada miles de muertos— esconde personas con nombre, rostro e historias que jamás volverán a ser las mismas.

Putin ya lo dijo: no le preocupa perder riqueza ni soldados. Para él, el tiempo no es problema. El Kremlin incluso recordó que la guerra de Pedro el Grande contra Suecia duró 21 años. ¿Qué son unas décadas para un líder que gobierna sin oposición real?

El único escenario que podría torcer esa lógica es una derrota militar rusa. Pero mientras esa posibilidad no sea concreta, el régimen se siente cómodo en la guerra eterna.

El documental “2000 Meters to Andriivka” del director ucraniano Mstyslav Chernov muestra lo que ya se vive: un conflicto que parece no tener fin. Las sanciones no cambiaron nada. Los discursos de paz chocan contra la intransigencia de Putin. Y mientras tanto, los ucranianos —y también miles de jóvenes soldados rusos— siguen poniendo los muertos.

Trump podrá prometer que él sí tiene la solución. Zelenski podrá repetir que no cederá territorio. Pero mientras un solo hombre crea que puede sostener su poder con la sangre de los demás, la guerra seguirá abierta. Y lo más doloroso: cada día que pasa, son más las familias que pierden a alguien para siempre.