24/01/2024
Por
Mundo Poder
Cuarenta y cinco días de
gestión y un paro nacional. Atípico, aunque consecuente con el fondo de la
cuestión. La dirigencia tiene que volver al diálogo de verdad, cara a cara y
alejarse un poco de las plataformas de posteos donde todos se gritan y se distancian
de la realidad.
Una huelga rara, sí.
Decretada a muy pocos días de iniciada una nueva gestión, también. Pero con
motivos suficientes para ser lanzada, obviamente.
Así luce el primer paro
general que la Confederación General del Trabajo concretará a partir de las 12
de este miércoles y hasta las 24 horas. Con apenas unos veinte días de gobierno
se anunció para ser concretado a los 45 días de funcionares del nuevo
ejecutivo. ¿No hubo nadie que dijera "hay tiempo para desactivar este paro" y
trabajara en consecuencia? Parece que no.
Las consecuencias será
las de siempre: el desgaste para el Gobierno es inevitable. De hecho, entre el
proyecto original de ley ómnibus y el que se tratará en el recinto de la Cámara
de Diputados hay una diferencia sustancial. Un costo político directo que paga
el Presidente Javier Milei. Otro costo es no haber podido sostener la reforma
laboral que diera origen a la huelga lanzada por la CGT. A pesar de que está
suspendida por la Justicia del Trabajo, es real que no fue quitada de la
propuesta legislativa. Por eso el paro siguió en desarrollo. Y, finalmente, la
señal de debilidad mayor es no poder retener la idea de privatizar YPF, que fue
uno de los puntales por los que se desató el proyecto de reforma enviado al
Congreso. Tampoco otras empresas del Estado muy importantes como el Banco
Nación y ARSAT. Ni siquiera será modificado el instituto de las artes, por la
presión ejercida desde el colectivo de los artistas. ¿Entonces?
Demasiado ruido para
pocas nueces
Que nadie se confunda con
esas señales. Las intenciones de llevar adelante esos cambios estuvieron, y eso
generó la reacción social inmediata desde la CGT.
Algunos intentaron decir
que la huelga era demasiado rápida. Pero la medida iba a fondo desde el
arranque, nomás. Y si no hubiera existido una postura tan determinante del
gremialismo, es muy probable que se hubieran perpetrado los cambios originales
que el Gobierno pretendía.
En esto entra a tallar
una dialéctica ambigua, que sostiene que aquel que gana la elección está en
derecho de modificar lo que considera necesario para su gestión. Pero no es
así, porque para eso está la división de poderes en la república, que debe
velar por los intereses superiores de la sociedad. Ergo, los votos dan
legitimidad de mandato, pero no legalidad a los actos legislativos.
Un caso para observar es
lo que ocurre con la Ley Federal de Pesca, que quedó en el paquete de leyes que
será tratado por los diputados. Toda la industria pesquera nacional y sus
industrias dependientes coinciden en que la reforma planteada va en detrimento
de los intereses del sector nacional y abre las puertas a la llegada de nuevos
jugadores externos. ¿Era necesario hacerlo?
Es indudable que el
Gobierno trató de marcarle la cancha a los distintos actores de la vida
económica, política y social desde el minuto cero del partido. Pero le faltaron
algunas cosas: habilidad en la gambeta y saber cuando retroceder a tiempo para
poder avanzar luego.
Ni los diputados de la
oposición moderada -fundamentalmente los radicales y los peronistas del centro-
están tan convencidos de acompañar la ley, aunque podrían hacerlo para no
quedar pegados al kirchnerismo que votará fervientemente en contra.
Pues si esta ha sido la
prueba inicial de una gestión de 48 meses, es muy necesario que el primer mes y
medio haya servido para diagnóstico de cómo se debe dialogar en la política
actual. Que no es tan distinto a lo que sucedía décadas atrás, quizás sea más
necesario dejar de ser dependiente de las redes sociales y poner más foco en
los actos responsables que dirigen el destino de 46 millones de argentinos.
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