24/01/2025

Mundo

La Obispa Mariann Budde desafió a Trump en un sermón en la Catedral Nacional de Washington

La obispa miró al presidente a los ojos y le pidió misericordia. En un instante, la guerra por la autoridad espiritual en EE. UU. se encendió de nuevo.

El martes, en un histórico servicio interreligioso en la Catedral Nacional de Washington, la obispa Mariann E. Budde se encontró ante un reto inesperado mientras se preparaba para predicar sobre dignidad, honestidad y humildad. Mientras el presidente Donald Trump estaba presente, en la primera fila, Budde sentía la presión de la situación. Había pasado meses preparando su sermón, pero el panorama político de ese momento, con Trump recién comenzando su presidencia y recibiendo oraciones de conservadores cristianos, la llevó a añadir un cuarto elemento a sus palabras: una súplica de misericordia.


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El sermón de Budde, que parecía un acto de coraje en respuesta a la creciente polarización del país, se convirtió en un enfrentamiento entre dos visiones del cristianismo estadounidense. Con un Trump atento pero sin emoción, la obispa habló desde el púlpito elevado de Canterbury, donde Martin Luther King Jr. también había pronunciado su último sermón. En ese solemne escenario, Budde se dirigió al presidente y a los asistentes pidiendo compasión por aquellos que se sentían amenazados por la forma en que Trump estaba ejerciendo su poder.

"¿Alguien iba a decir algo sobre el giro que está tomando el país?", comentó Budde después del servicio. Sintiéndose llamada a intervenir, la obispa de la Diócesis Episcopal de Washington habló con la convicción de que el cristianismo debía ser inclusivo y misericordioso, especialmente ante la creciente retórica divisiva del presidente. Trump, por su parte, escuchó en silencio y luego evitó la mirada de Budde.

Tras el servicio, las repercusiones no se hicieron esperar. El presidente Trump utilizó su plataforma de redes sociales para criticar a Budde, exigiendo una disculpa por lo que calificó como un sermón "descortés" y "poco convincente". Mientras tanto, algunos en la derecha política la atacaron, cuestionando su autoridad espiritual debido a su género, mientras que otros la felicitaron por alzar su voz en defensa de una visión más inclusiva del cristianismo.

El enfrentamiento entre Budde y Trump no es un hecho aislado. Durante años, el cristianismo estadounidense ha vivido dividido, especialmente en torno a cuestiones como el papel de las mujeres en la iglesia, los derechos de las personas LGBTQ+ y el creciente poder de los cristianos conservadores, que han visto en Trump un defensor de sus valores. En ese contexto, el sermón de Budde representa una rara ocasión en que una figura religiosa se enfrenta públicamente a la administración Trump, destacando la tensión entre diferentes facciones dentro del cristianismo estadounidense.

Para muchos cristianos progresistas, las palabras de la obispa fueron un acto de valentía, un recordatorio de que hay quienes siguen abogando por una fe centrada en la compasión y la justicia social. En Washington, varios miles firmaron una petición en agradecimiento a su discurso, considerándolo un eco necesario de una perspectiva cristiana que a menudo se siente silenciada en la arena pública.

Budde, de 65 años y la primera mujer en liderar la Diócesis Episcopal de Washington, aseguró que no habló en nombre de Dios, sino desde su entendimiento de las enseñanzas cristianas. Su intervención en la catedral, un lugar cargado de simbolismo religioso e histórico, marcó un momento en que la autoridad espiritual y el poder político se encontraron cara a cara. En un país cada vez más polarizado, el acto de Budde subraya el desafío de encontrar una voz cristiana que represente a todos, sin importar su ideología política.

Aunque no pudo predecir la controversia que su discurso generaría, Budde expresó que su intención era simplemente llamar a la reflexión sobre el impacto que las decisiones políticas de Trump tenían sobre las personas más vulnerables. "¿Puede ver la humanidad de estas personas? ¿Puede reconocer que hay gente en este país que tiene miedo?", fue parte de su súplica al presidente.

A medida que las críticas y los elogios se sucedían, Budde reflexionó sobre el poder del sermón y cómo las palabras que pronunció resonaron más allá de las paredes de la Catedral. Sin importar las diferencias, se sentía agradecida por la oportunidad de hablar desde un lugar de fe, consciente de que, en esos momentos de tensión, las palabras pueden ofrecer consuelo y también provocar una reflexión profunda sobre el rumbo de la nación.

El sermón de Budde no solo fue un enfrentamiento entre la política y la fe, sino una llamada a un cristianismo más inclusivo y empático en tiempos de división.

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