16/05/2025
Toda visita a la ciudad implica una parada técnica por un bar. Un recorrido por algunos de los elegidos de siempre por locales y turistas.
¿Qué los convierte en los preferidos?
Dólar oficial, blue, Coldplay, soja y hasta Qatar. Índices altos de inflación y desocupación pero los bares de la Ciudad de Buenos Aires están llenos. Las pizzerías y parrillas son clásicos porteños pero un cafecito o una birra son parte de la sobremesa, la previa, la reunión de trabajo, la cita... Todas excusas de quien pasa por la ciudad de la furia para escapar a las paredes de concreto o durlock.
¿No
ves que va la luna rodando por Callao?
A la altura de Corrientes 1453, resguardado por la
cantidad de pies y ruedas que pasan sin parar, hay un bar emblemático que nunca
pasó desapercibido: La Giralda. Se fundó en 1930 pero murió en 2017 y lleno de
deudas, como muchos próceres argentinos. Cerró sus puertas casi sin poder pagar
los sueldos luego de la muerte de dueña en 2018. Reabrió en mayo del 2020 de la
mano de sus nuevos dueños, Gabriel García y Nicolás Marques, también dueños del
bar La Ópera. El frente está intacto con su esencia de época, el aroma al
chocolate caliente y pequeñas mesas de mármol con vista a la calle. Romina
Sacamano, encargada, cuenta que 'la gente que viene se va feliz. Muchos
estudiantes de la escuela de abogacía que queda acá cerca vienen y se sientan
con los recuerdos presentes'. Ya no está el cartel gigante de neón en azul y
verde que anunciaba 'Chocolates con churros, submarino, sandwiches y Toddy',
fue reemplazado por uno de led que lleva la tranquilidad de la casa aún sirve
sus famosos churros.
Después de una noche de paseo por los teatros de
Calle Corrientes, apenitas pasada un cuadra desde Callao, justo en la esquina
de Lavalle hay un bar desde 1930 que 'Siempre fue de preferencia de los
porteños y de toda la movida artística', según Ernesto Domínguez, uno de los
encargados de Los Galgos que atravesó más de una administración. 'Desde la
reapertura se rescató el concepto de lo histórico. Por este bar pasaron
Pugliese, Discépolo y Troilo'. Los Galgos cerró sus puertas un tiempo hasta que
Julián Díaz y Flor Capella, creadores del bar de tragos de autor 678, tomaron
la posta. Renovaron el espíritu del clásico con una nueva propuesta
gastronómica sin dejar que se pierda la mística. 'Es una conexión directa al
corazón argento'. Desde afuera se siente el aroma a comida casera. El ambiente
es cálido y la estética tiene la nostalgia de un tango de los que años atrás
pasaron por sus mesas. 'Suelen venir muchos artistas tanto de cine como de
televisión y teatro. Recientemente vino Ricardo Darín y me impactó un poco que
entró por la puerta y todos se pararon empezaron a aplaudir y él le agradeció a
todos. Fue un momento muy lindo'.
Lo
de siempre en la calle y en vos
Como detenidos en el tiempo, en las reconocidas
avenidas de la ciudad se esconden portales al pasado. La esquina de Rivadavia y
Rincón no pasa desapercibida desde 1890 cuando el ahora Café de los Angelitos
abrió sus puertas como Bar Rivadavia. Alguna vez fue un rincón precario en
dónde se reunían malandras de fin de siglo. El comisario de ese entonces de
Balvanera los apodaba 'angelitos', ironía que le terminó dando nombre al famoso
bar. Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Juan B. Justo solían pasar por el clásico
de Balvanera y hasta Carlos Gardel cenaba de madrugada porque vivía a una
cuadra. Para 1992, los dueños de ese momento tuvieron que cerrarlo por graves
problemas económicos. El edificio quedó abandonado y fue demolido tras un
principio de derrumbe. En el 2007 llegó una reinauguración. Las paredes llenas
de fotos son un viaje al pasado. Las noches de tango son una telaraña para las
moscas con pasaporte. Para Alfredo, que trabaja como mozo ahí hace más de diez
años, 'es un honor y un disfrute ser parte de un lugar con historia. En
aquellos años era un barrio en las orillas de la ciudad bien popular. Un punto
de reunión de compadritos y pardas, como les decían'.
Si la esquina de Rincón era un lugar de encuentro
para los compadritos, derecho por Rivadavia llegando a Medrano, está la esquina
que siempre eligieron las señoras más coquetas para la hora del té. Las
Violetas florece cada tarde por sus abundantes menús. Ariel Arredondo es el
encargado del turno tarde que vive con alegría su trabajo en esta esquina
paqueta que recibe a vecinos, gente del interior del país y extranjeros. 'Hay
un público variado y tiene incluso clientes fijos que nos visitan todos los
días. Si bien el estilo del lugar es más cercano a un público adulto pero las
generaciones van transitando nuestras mesas', dice Arredondo. 138 años tiene
este lugar al que el encargado Ariel considera su casa. 'Las nietas acompañan a
las abuelas que venían con las suyas décadas atrás'.
Las violetas estuvo cerrado alrededor de tres3 años pero se pudo recuperar y restaurar. 'La demanda es tanta que solo se pueden hacer reservas para almorzar y cenar porque los fines de semana la gente hace fila para merendar es las meriendas'. La gente suele asistir por las famosas meriendas María Calas y la Victoriana. Bandejas para compartir entre tres3 o cuatro4 personas, llenas de sándwiches, masas y tortas. 'Hace un mes nos visitó Matt Damon. La familia de la esposa es Argentina y tuvimos la agradable visita. Fue un recibimiento normal que pasó desapercibido pero nos permitió sacarnos fotos. Cuando las subí a mis intagram salimos por todos lados. Gente del espectáculo y del deporte nos visita constantemente'. Y es cierto que desde las ventanillas de autos detenidos en esta intersección que parece siempre en hora pico se pueden ver las más variadas personalidades. Incluso algunos jóvenes van por los enormes desayunos después del boliche, como un after de bajón.
La
mágica locura total de revivir
También están los que vienen a marcar la cancha
mezclando lo de antes con lo contemporáneo. Después de recorrer la calle
Florida, visitar las marcas de primera de las flamantes Galerías Pacífico hay
una parada obligada en Córdoba al 602: el Gran Caffe by Vergnano. 'La gente lo
elige por la marca del café y aprovecha a sacarse fotos en el casco de la
ciudad', cuenta Claudio Rodríguez, encargado del bar. 'La cantidad que se queda
después de sacarse fotos con uno de los pocos buzones que quedan en la ciudad,
frente al local, y después vuelven por el café italiano hecho con cuatro4
semillas distintas provenientes de Nicaragua, India, Brasil e Italia. 'Pasaron
muchas personalidades por acá como Enzo Franchescoli, Julio Bocca, Batistuta.
Es constantemente un desfile de personajes de la farándula'.
No solo las infusiones son las elegidas sino también
las bebidas espirituosas. El vermú, ese aperitivo que los abuelos solían tomar
durante la picada, resucitó y volvió para quedarse junto a un inolvidable de la
zona del Abasto: Roma Bar. Martín Auzmendi, uno de los dueños que revivió la
esencia del bar y también se animó a la apertura de La Fuerza, un bar que ya es
ícono del barrio de Chacarita, cuenta que 'ambos proyectos nacieron como un
encuentro de cuatro amigos'. Julián Díaz, que abrió 878, Los Galgos y Florida
atlántico,; Seba Zuccardi, productor de que hace vinos,; y Agustín Cabs, se
juntaron con 'la idea de un vermú con identidad local'. Prueba y error,
experimentos varios y mucha impronta llevaron a crear sus fórmulas de rojo y
blanco. No les gusta decir que fueron los primeros pero sí es cierto que son
los pioneros en esta vuelta del clásico argentino importado, reescribiendo la
cultura del vino combinado con hierbas locales.
'Tratar de construir una propuesta de calidad,
genuina y con identidad pero en el barrio. La informalidad de ir todos los días
a un bar amigable para todas las edades y géneros', dice Auzmendi. 'El centro
de la propuesta es la bebida, afianzada por el valor cultural y el encuentro de
la gente. Sentarte con tu abuelo, tu viejo o tu hijo a compartir. Resuena en el
linaje familiar. Roma tiene una historia de más de 100 años. Ambos bares tienen
la impronta del aporte a la cultura. 'Que interpelen la identidad de la ciudad
es el objetivo. Los bares notables tienen que mantenerse vivos y siendo
contemporáneos. Con respeto por la historia pero proyectando hacia adelante.
Acá no se le presta demasiada atención a las celebridades. 'Margot Robbie pasó
durante su estadía, los actores del elenco de Los Simuladores suelen
visitarnos, pero resguardo la privacidad de nuestro clientes'. El subte B y el
vermú conectan entre los barrios de la ciudad a estos dos bares , uno con
historia y otro con promesa de serlo.
Cuando
anochezca en tu porteña soledad
DY detenido en el tiempo, con la nostalgia a cuestas
de sus paredes pero con una sonrisa sobre la espuma de café en una esquina de
Palermo, está el Varela Varelita. 'Hoy, hace un año que saqué esta foto (dos
tazas de café, una con la cara de Mickey Mouse y la otra con una carita feliz).
Veníamos de ver por última vez al oncólogo que atendía a mi viejo. Los
resultados de su enfermedad eran devastadores, durante la charla el médico no
nos miró ni siquiera una vez, y cuando salimos los tres llorábamos en silencio.
En el camino paramos en el café de Paraguay y Scalabrini Ortiz, pedimos dos
cortados y mamá un té. Los tres mirábamos por la ventana, tratando de poner el
dolor en algún lado. De repente el mozo nos trae los cafés, a mí me tocó Mickey
y a papá la carita feliz, nos reímos con ganas y festejé internamente la
oportunidad del mozo. No sé su nombre, todavía no he podido agradecerle por ese
momento liviano en el medio del abismo. Viejo... Nuestro último café sí que fue
notable'. Carmen, 20 de junio de 2016. Esa carta está colgada en una columna y
el mozo del que habla la carta es Javier Giménez, uno de los dueños, que desde
que recibió la carta decidió hacer dibujitos en todas las tazas de café y
algunas son personalizadas. A un uruguayo que está de paso, le hace la bandera
de Uruguay;, a dos jóvenes tatuados que están al lado de una ventana les
escribe en inglés 'I ? tattoo';, a una pareja les dibuja unos gatitos mirando
la luna.
El bar Varela Varelita parece detenido en 1950,
tiene dos entradas con puertas de madera y vidrio tipo vaivén y cuatro ventanas
estilo guillotina que dan a la calle, las paredes llenas de posters de
películas, fotos, poemas y partituras enmarcadas. Giménez, que trabaja hace 30
años en el bar y hace 10 que es socio, dice que lo único que lamenta es que los
dueños anteriores cambiaron el piso estilo damero por un piso de cerámica.
'Casi toda la decoración la trajeron nuestros clientes, que se sienten como en
su casa y nos regalan su arte'.
Cae la noche y Varela Varelita no cierra sus
puertas, comienza un nuevo turno y recambio de empleados. Los jóvenes copan las
mesas, las unen, las mueven, y el murmullo se mezcla con el ruido de los vasos,
botellas que se golpean, risas y encuentros que siguen sucediendo como hace 72
años. Con la luna de testigo todavía hay una historia que contar. Hay tiempo
para cambiar el café por un trago o ya marchar la segunda ronda. Quedan y
sobran los buenos lugares dispuestos para esa carcajada por largar, esa charla
incómoda por tener o una taza de café. Porque siempre queda un café pendiente.
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