Fragmentados por el tiempo no llegamos a ser verdaderamente parte de nada. Transcurriendo entre un lugar y otro simultáneamente, dedicados a cinco actividades para llegar al paraíso dibujado, vivimos en una explosiva inconsistencia de artificios creados por la industria del materialismo democrático contemporáneo. Materialismo que ha empobrecido los reductos que hemos diseñado por años para trascender.

El reduccionismo de hoy en su tablero de ajedrez delimita qué o quién es conveniente matar, buscando el relato más efectista sin importar la perversión de su contenido. Ya no es sobre un contrato de prosperidad social, sino sobre la matanza sistemática de lo que supimos SER.

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Empobrecidos en cada rincón por un único relato que profesa máxima superficialidad por la deficiencia intelectual de sus autores, todo en este cosmos pertenece al ámbito de la economía y la violencia. Claro está que el goce de la represión es el mecanismo activado en la rueda de esta jauría. Los humanos ya no somos, quedamos cosificados a un experimento de pura proyección.

Nos han fragmentado a través de la virtualidad. Estar aquí y allá para lograr seguir sin caernos -nos ha desmaterializado.

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Una fuerza combate a otra con la opuesta, dicen. La opuesta -somos nosotros-, las personas que algo confundidas por momentos pero con la conciencia elevada, logramos darnos cuenta del tremendo direccionamiento.

Supertramp dice en su clásico “Si todos estuvieran escuchando”

Los actores y bufones están aquí  El escenario está oscuro y claro para levantar el telón  Y nadie está seguro de quién es la obra

Bueno, ¿cuál es tu disfraz de hoy? ¿Y quiénes son los accesorios en tu obra? Estás interpretando un papel que desde el principio pensaste Que era honesto

¿Cómo te declaras?

¡Un actor, sí!  Ve a aprenderte tus líneas.  No sabes lo que has hecho.  El final ha comenzado.

Porque soñamos mucho  Y planeamos mucho  E intentamos cantar de amor  Antes de que el escenario se derrumbara  Si todos estuvieran escuchando, sabrías  que habría una posibilidad de salvar el espectáculo.  ¿Quién será el último payaso  que derribe el teatro?  Oh, no, por favor, no, no dejes que caiga el telón.

Cuando las palabras tomaban sentido en un discurso, un libro, un film, una coreografía, un colegio, una canción, una maestra, un intelectual; incluso un líder: había espacio para sentir y pensar en un propósito más allá de nuestra atmósfera.

Se ha degradado la existencia forzando todo hacia un único camino, los mensajes comunicacionales estratégicos incluso han dado la directiva de bajar al llano en los medios para transmitir procazmente y sin formas. Así observamos como la mayoría de los periodistas, pseudo líderes y personajes públicos repiten las mismas palabras como clones, hasta la misma expresión que en otra época hubiera evidenciado falta de educación.

Una fuerza combate a otra con la opuesta. Las personas que algo confundidas por momentos pero con la conciencia elevada, logramos darnos cuenta del tremendo direccionamiento.

Romper el lenguaje hasta la mínima expresión es la consigna. Dicen que es para que el mensaje llegue mejor a una sociedad que ellos creen limitada. Qué desvarío querernos ignorantes.

Ya no hay apetito por lo humano, las estadísticas dicen que solo el 25% de la población tiene la capacidad de tener un vínculo psicosexual pleno y transformador. En Francia y en el mundo están cerrando los clubes nocturnos porque a la generación Z ya no le interesa ni siquiera bailar, expresión primordial de acercamiento a otro, de sentido del propio cuerpo, pilar de vida.

La carne como objeto erótico en su metáfora muere, se corre todo objeto como signo de placer, desde los alimentos reducidos a la moda de una ficticia inmortalidad, a los espacios de encuentro dinamitados o reducidos. Y al acto en sí de seducción como herramienta.

Hemos empobrecido al espíritu -por ende al cuerpo. El mero acto de embellecerlo solo en su superficie y no en su interior, indefectiblemente lo marchita, Por ende acéfalo de contenido, la conquista real de otro desaparece porque el mismo acto requiere emoción para sostenerse.

La emoción se alimenta de la sustancialidad que desarrollamos con nuestra pulsión de vida.

El impulso depredador del poder actual está completamente enamorado de su opuesto el dios Tánatos: mejor llamado pulsión de muerte.

 Seguimos aceptando como norma un sistema infantil y precario de líderes que al no haber madurado como tal, buscan -si y solo si- el dinero como fuente y poder de sometimiento para saciar lo que por cuenta propia no obtienen.

La Dra. Luisa Kremer junto a su colega Alberto Chab hablan de esa huella mnémica que se produce durante nuestro estadio en la placenta, donde todo es dado por la completud de ese refugio, donde solo existe un Yo.

Muchos no llegan a desarrollar su no Yo -es decir la elaboración no llega- por ende es resuelto a través de  la fantasía del poder versus dinero como símbolo de eternidad y continuidad de su especie. Teoría que me parece maravillosa para explicar el panorama actual coincidente en muchos puntos con el del gran Donald Woods Winnicott. 

Vivimos en un mundo infantil.

La epigenética, la cultura son los encargados del no desarrollo del no Yo, dado que se establece casi tácitamente en el aire que hoy es solo posible SER a través de un solo axioma: el dinero. Indudablemente la falta de elaboración de un sistema social está devastando nuestra vitalidad como seres de infinita creación de pensamiento. Vivimos en un autismo secundario, sin comunicación verdadera, imposibilitados de generar una conexión para luego crear un propósito verdadero.

Por eso la pregunta es necesaria: 

¿Cuál es tu propósito, mi propósito, nuestro propósito?

Si esperamos que la reconstrucción llegue desde afuera moriremos en el transcurso, somos nosotros los encargados de agregar poesía y elaboración a un mundo que ha sido vaciado, saqueado.

Lo maravilloso es evidenciar que las verdades están desprovistas de sentido, solo son verdades en nuestro pensamiento. Por eso, ese Yo precario que maneja hoy el mundo puede ser fácilmente deconstruido por otros. Los relatos son completamente efímeros y sin sustento, no hay profundidad en basar nuestro propósito en lo pueril- reduccionista del dinero y el poder. Somos una compleja máquina creativa de emociones capaz de generar tantas realidades como olas y frecuencias. Vibramos con nuestra energía y la del otro, no con un objeto básico, rudimentario, sin personalidad y aburrido como una abstracción.

Escuchar que el mercado, el mercado y el mercado… es tan triste, burdo, absurdo y patético como el capricho de un millonario que pretende vendernos que el futuro es hacer el amor con un muñeco inflable. 

En contraposición Gilles Deleuze nos habla de salvar el derecho infinito del pensamiento dándole consistencia, porque el individuo es relación, es potencia.

El caos es presentado, de este modo, como la condición de posibilidad infinita de toda

determinación finita, como un campo virtual de donde surgen con ayuda de la actividad

del pensamiento las actualizaciones que vendrán a ordenar nuestro mundo. Pero lo virtual

no es lo posible ni se opone a lo real.

La falsa asociación del poder y el dinero con la eternidad es lo que ha hecho que la sociedad se compartimente y fragmente como maquinaria multiplicadora de un mismo masivo discurso de producción. A tal punto que hemos quedado exhaustos y mareados con un lúgubre y autoritario mensaje sin trascendencia ni propósito más que el de ser funcional como objeto servil del engranaje.

[…] el arte no es de una dependencia de los pueblos de lo efímero, de sus casas y de sus muebles, sino de la Verdad que ellos crearon uno tras otros. No depende de la tumba, sino que depende de lo eterno. Malraux - Antimemorias

Si el surfista Garret MacNamara hace 14 años sin nada más y nada menos que la voluntad de conquistar el mar y su entorno: logró surfear las olas más altas del mundo con su creatividad en Nazaré Portugal. Haciendo extensiva la conquista a los habitantes de su pueblo como parte del proyecto. Para luego como referente darle visibilidad internacional a la Villa, atrayendo así a todos los surfistas del planeta a la máxima experiencia del deporte. Podemos nosotros tener la capacidad de generar nuestro propósito, propósito que generalmente va más allá de nosotros mismos y se extiende al colectivo.

El espíritu mide su éxito por cuanto puedes dejar aquí no por cuánto obtienes.