Por Lic. Adriana Santa Cruz
Profesora, licenciada en Letras, redactora y gestora cultural

13 de junio: Día del Escritor y de la Escritora

Leopoldo Lugones es una figura controvertida dentro de la literatura argentina. Excelente escritor, nos pone frente al dilema de muchos: los que consideran que la vida personal de un artista necesariamente influye en la apreciación de su obra. Más allá de la polémica, un 13 de junio de 1874, nació este poeta, ensayista, periodista y político. Luego de su suicidio y en su memoria, la SADE estableció el Día del Escritor. Y lo que importa, después de todo, es celebrar a aquellos y a aquellas que nos acompañan en tantos momentos: en nuestros viajes, en los ratos libres, en la soledad y, en especial, ahora en la cuarentena que nos toca transitar.

Para homenajear a los escritores y a las escritoras, compartimos algunos fragmentos donde reflexionan sobre lo que hacen, una tarea que Edward Estlin Cummings definió como la de “no ser nadie, salvo tú mismo, en un mundo que está haciendo lo mejor que tiene, noche y día, para convertirte en otra persona, [lo que] significa luchar la batalla más dura que cualquier humano puede luchar”.

13 de junio: Día del Escritor y de la Escritora

Adolfo Bioy Casares

Me atrevo a dar el consejo de escribir, porque es agregar un cuarto a la casa de la vida. Está la vida y está pensar sobre la vida, que es otra manera de recorrerla intensamente.

Además, escribir es un intento de pensar con precisión. Debo admitir sin embargo que de vez en cuando se presentan situaciones en que tenemos que elegir dos caminos; quizá, por extraño que parezca, entre el amor (léase matrimonio, vida familiar) y seguir escribiendo. Es probable que esa mala fama de la literatura, que la muestra como negación de la vida, se deba al clamor de personas abandonadas.

Pero la literatura no es una imposición, es un placer. Escribí un libro de ensayos al que llamé La otra aventura porque reúne ensayos sobre literatura, sobre libros. Una aventura es la vida, la otra –al menos para mí– son los libros.

Clarice Lispector

Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.

¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor.

No puedo escribir mientras estoy ansiosa, porque hago todo lo posible para que las horas pasen. Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.

Italo Calvino

Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta.

Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche, pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo.

Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros que me gustaría escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a escribir ese libro.

Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de escribir de un modo que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e ideas. En ese momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy escribiendo. Por otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico, ligado a las particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección opuesta. El libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero.