Seamos honestas: si querés saber si tu ex va a volver, stalkeale las historias de Instagram.

La gente llega esperando que les diga el futuro y yo les digo: "Querida, si supiera el futuro, estaría en el Four Seasons, no en un departamento con incienso". Pero lo que sí hago -y esto es mucho más útil- es ayudarlas a escuchar eso que ya saben (pero no saben que saben).

Como cuando sacás "El Carro" y te digo "¿Viste esa meta que estás posponiendo porque tenés miedo de fracasar?" y vos hacés esa cara de "¡¿Cómo sabías?!" (Spoiler: No lo sabía. Lo sabías vos).

El tarot es el mejor invento después del chocolate porque es mindfulness con ilustraciones hermosas: aprendés a callar la mente unos segundos (¡milagro!) mientras mirás una imagen. Y genera ese asombro instantáneo cuando aparece la carta perfecta, como cuando encontrás justo lo que necesitabas escuchar.

Por esto mismo en mi taller (@elpuenteastro, por si quieren anotarse), les digo: "Si buscan adivinos, vayan a Plaza Francia. Si quieren aprender a conversar con su inconsciente, quédense".

Porque el tarot, en definitiva, es ese amigo que todos necesitamos: el que nos mira a los ojos y nos pregunta "¿Y vos qué querés realmente?" cuando estamos demasiado ocupados preguntándole al universo. El que nos devuelve nuestra propia voz, esa que a veces enterramos bajo capas de "debería" y "qué dirán".

Así que la próxima vez que sientas que necesitás respuestas, recordá: las cartas solo te están mostrando lo que ya llevás dentro. La verdadera magia no está en adivinar tu futuro, sino en encontrar el coraje para crearlo. (Y si no funciona, siempre queda el chocolate).


Tarotista en @elpuenteastro