Corrupción en la Agencia de Discapacidad: la mancha que salpica al Presidente
Las denuncias sobre el pago de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad exponen una contradicción dolorosa: quienes prometieron terminar con la corrupción parecen repetir las mismas prácticas del pasado. La desilusión social amenaza con convertirse en frustración colectiva.
Los recientes acontecimientos que vinculan a la Agencia Nacional de Discapacidad con presuntos hechos de corrupción y sobornos golpean directamente al corazón del Gobierno y, de manera inevitable, salpican al propio Presidente de la Nación.
El escándalo no es menor. No se trata solamente de irregularidades administrativas, sino de acusaciones que involucran negociados con fondos destinados a una de las áreas más sensibles del Estado: la atención a personas con discapacidad. Y es justamente allí donde el dolor se multiplica: cuando la corrupción se filtra en espacios destinados a los sectores más vulnerables, la indignación ciudadana alcanza su punto máximo.
La contradicción es flagrante. El actual Gobierno llegó al poder con la bandera de terminar con “la casta” y con la corrupción, prometiendo un cambio ético y moral en la forma de gobernar. Hoy, esos mismos sectores aparecen señalados por presuntos manejos turbios, replicando los vicios que criticaban.
Qué golpeada está mi Argentina. Qué desilusión tan grande sienten los ciudadanos que confiaron en un cambio real y que ahora ven, una vez más, cómo se repite la historia. Si las denuncias se confirman, más de la mitad del país que depositó su esperanza en un rumbo distinto habrá sido traicionada.
La corrupción no solo roba dinero: roba confianza, sueños, expectativas. Una sociedad que votó con la esperanza de desterrar estas prácticas no merece comprobar que quienes llegaron como “salvadores” terminan siendo iguales o peores que sus antecesores.
La indignación ciudadana no puede quedar en un lamento. La Justicia debe actuar con rapidez y transparencia. No puede haber impunidad ni protección política. Porque de confirmarse estos hechos, el golpe no será únicamente a un gobierno: será a la credibilidad de toda la dirigencia y a la esperanza de un pueblo que ya no soporta más engaños.
La Argentina necesita con urgencia recuperar la confianza en sus instituciones. Si la corrupción vuelve a imponerse, si los mismos que prometieron el cambio caen en las viejas prácticas, la herida será aún más profunda. Y un país sin confianza es un país sin futuro.