Ideología de un espacio posible
En tiempos donde las ideologías son signo de ignorancia moral y espiritual, es necesario un interregno habilitado para la acción de todo aquello que nuestro inconsciente expresa, puente elegido como la más genial creación literaria y poética que dirige nuestros pasos. Atrevernos a darle espacio es el desafío.
Henri Lefebvre nos dice que el capital se precipita en la producción del espacio creando a través de la urbanización una escasez programada que anula los sentidos.
"Construimos sobre informes y planos; compramos a través de imágenes. Los usuarios del espacio corren el riesgo de confundir la realidad con lo visible. El espacio visual se reduce y sintetiza a través del recorte y el montaje de la realidad que representa y hace pasar por legible lo que ante todo es enmascaramiento. Se habla de arte cuando se trata en realidad de dinero, de mercancías, de intercambios, de poder. Se habla de comunicación y no hay otra cosa que soledades. Se habla de belleza cuando no se trata sino de imagen de marca. Se habla de urbanismo cuando en realidad no hay nada que tratar. En tal situación, el ciudadano, más allá de su posición de mero observador, será permanentemente invitado, interpelado o convocado por las autoridades locales, regionales o estatales a «participar» a través de mecanismos que no hacen sino encauzar las posibilidades de intervención ciudadana hacía ejercicios de acompañamiento y aval a las políticas municipales, blindando de este modo el ámbito de la toma efectiva de decisiones".
Tras este evidente panorama de limitada libertad diseñado a través de la prohibición de nuestro transitar, es fundamental construir una plataforma de despegue como signo de “placer” entre tanta represión que nos permita seguir desarrollando nuestro potencial como seres humanos. Esa hendija para crear.
Marcuse nos dice que: La razón es por esencia, contradicción, oposición, negación, en tanto que la libertad no se haya hecho real. Y los signos de que dicha libertad no es real los encuentra en la irracionalidad del sistema capitalista que convierte su estado de bienestar (Wellfare State) en estado de guerra (Warfare State) necesariamente, ya que tiene que tener un Enemigo, con una E mayúscula, un Enemigo total; porque la perpetuación de la servidumbre, la perpetuación de la lucha miserable por la existencia frente a las nuevas posibilidades de libertad activa intensifica en esta sociedad una agresividad primaria hasta un extremo que la historia no había conocido hasta ahora.
"El humanismo perdurará como ideología mientras la sociedad dependa de la pobreza permanente, de la automación detenida, de los medios de comunicación de masas, de las restricciones al control de la natalidad y de la creación y recreación de masas, ruidos y contaminaciones, de obsolescencias y derroches planificados, y del rearme mental y físico"
Debido entonces a que la acumulación infinita de capital no reconoce límites es importante tener conciencia sobre el lugar que habitamos. Como presos es más fácil divisar un panorama, que con la ingenuidad arcaica de pensar que somos parte de un universo compartido que nos pertenece. La renta urbana nos ha sido apropiada y es menester dibujar una hoja de ruta estratégica para sentir menos los límites y fronteras del aire que respiramos.
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Más allá que nos mantiene vivos la extraordinaria tensión entre el ser y el poder ser, es necesario darle espacio a la conexión con el deseo, a nuestra testosterona la hormona de la energía.
Lo que no se habla se expresa, y las relaciones dentro de este cosmos son solo posibles con la libertad que nos proporciona la entrega hacia todo aquello que se hace, se toca, se descubre, se observa y se siente. “El amor, a quien pintan ciego, es vidente y perspicaz porque el amante ve cosas que el indiferente no ve y por eso ama” Ortega y Gasset.
La transgresión y la seducción entre las que oscila el erotismo son indispensables para buscar espacios. Sin esa pulsión, nada relevante es posible. Menos en un compartimento en donde nuestra vieja identidad dejó de funcionar. Hoy somos parte de un mapa territorial completamente coercionado.
El poder de la creatividad es fundamental dentro de un plano que va cerrándose más y que se reduce a lo estático preestablecido. Avanza hoy quien activamente tiene la habilidad de moverse entre los pasadizos intermedios que aún quedan disponibles.
La riqueza de las relaciones sociales enriquecedoras son la base fundamental de un próspero y complejo hábitat. Sin ellas o con la inmovilización de lo estrafalario como significante de un propósito más sofisticado, la pobreza se adueña de cada parcela incluso de la más exclusiva.
La actual dramatización y teatralización que edifica la personalidad de los territorios cayó en un reduccionismo acéfalo de distinción y estirpe. Pues eso hace que una uniformidad exacerbada haya matado la indispensable diversidad que nos permite diferenciarnos.
Si dejamos nosotros de ser el valor agregado de nuestra especie como seres capaces de sumar ideas, el futuro que nos espera no es más que el de la mimetización vacía de contenido transformador.
Tenemos un gran desafío, el de convertir la energía de creación en un nuevo sello de autor que nos permita una reconfiguración digna para un devenir con sentido. Deconstruir y reconstruir identidades con sello propio —la gran revolución.