La ciencia hoy sabe que el tubo digestivo es mucho más que un lugar donde se absorben los nutrientes, es una red de comunicación, que tiene un sistema nervioso entérico que interconecta todo lo que está pasando en el intestino con el metabolismo. Una de las conexiones más importantes que se está estudiando hace más de 20 años es el eje intestino-microbiota-cerebro. El mismo, es un sistema de comunicación bidireccional entre el tracto gastrointestinal y el sistema nervioso central. Este eje juega un papel crucial en la regulación del estado de ánimo, la función cognitiva, la respuesta al estrés y el desarrollo de enfermedades, tanto digestivas como psiquiátricas.

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La microbiota intestinal es un organismo vivo, compuesto por bacterias, hongos, virus, parásitos y arqueas. La medicina actual debería tomarlo como un órgano más en el cuerpo, que recibe información del exterior, enviando información al cerebro y a todo el metabolismo humano.
Hoy en día sabemos que el ser humano tiene 60 trillones de células, pero aun así tenemos 10 veces más bacterias en el intestino que células propias humanas. Nuestro intestino mide aproximadamente 400 metros2, lo cual podría ser comparable a unas 2 canchas de tenis. De forma estratégica, más del 70% de la inmunidad se encuentra en este sector, lo cual lo transforma en un área de defensa e interacción con todos los nutrientes que ingresan, que va más allá de la simple absorción de los mismos.

Más del 90% de la serotonina se produce en el intestino, un elemento fundamental que influye sobre el estado anímico del paciente.

Los fármacos indicados para patologías psiquiátricas llegan al intestino, y contactan en una primera instancia con el microbioma intestinal, formado por estos microorganismos que mencionamos anteriormente y el ambiente que los rodea. La metabolización de los distintos componentes dependerá en gran parte del estado de salud o enfermedad de la pared intestinal en conjunto con este microbioma. Una alteración en la permeabilidad, conocida como disbiosis intestinal, llevará a una mala absorción y consecuencias negativas para el tratamiento de las distintas enfermedades.

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La composición y función de la microbiota intestinal pueden influir de forma directa en la salud cerebral por medio de tres componentes fundamentales. En primer lugar, el nervio vago, que conecta directamente el intestino con el cerebro. En segundo lugar, las hormonas y neurotransmisores, como la serotonina, que pueden afectar el estado de ánimo y el comportamiento. Más del 90 % de la serotonina se secreta en el intestino. Y por último, el microbioma intestinal puede regular el sistema inmunitario, generando una respuesta inflamatoria de bajo grado que podría repercutir en todo el metabolismo.

Numerosos estudios han identificado el papel del eje microbiota-intestino-cerebro en los trastornos del neurodesarrollo, como el trastorno del espectro autista y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Factores como la dieta, el estilo de vida, la genética y el entorno configuran conjuntamente la composición de la microbiota intestinal. La mayoría de las investigaciones han explorado cómo la microbiota intestinal regula la fisiología del huésped y su potencial para prevenir y tratar trastornos neurológicos, como mencionan en la revisión “El eje microbiota intestinal-cerebro en los trastornos neurológicos” (MedComm).

La doctora concluye que aún falta mucho por investigar, pero aun así sabemos que una modificación en la alimentación, sería un punto fundamental a tratar para recuperar la permeabilidad intestinal en estas patologías. Utilizar estrategias que aumenten la cantidad y calidad de bacterias beneficiosas del intestino debería ser prioridad. Promover el consumo de fibra, polifenoles, omega 3 y alimentos fermentados estaría dentro de las indicaciones para recuperar la eubiosis intestinal.