La decadencia de la política en Argentina: una vergüenza que duele
Resulta indignante ver cómo muchos políticos cambian de partido como quien cambia de camisa, sin pudor, sin convicciones y sin un mínimo de respeto por el electorado.
Qué tristeza, qué vergüenza y, sobre todo, qu�� profunda decadencia estamos presenciando en la política argentina. Los que deberían ser referentes de ética, compromiso y vocación por lo público han caído en un abismo de oportunismo, mezquindad y falta de vergüenza.
Resulta indignante ver cómo muchos políticos cambian de partido como quien cambia de camisa, sin pudor, sin convicciones, sin un mínimo de respeto por el electorado. Ayer militaban fervientemente bajo un color y hoy, sin siquiera pestañear, aparecen en las filas de su viejo adversario, solo por conveniencia o cálculo personal. No hay coherencia, no hay proyecto, no hay valores.
Y lo más grave: muchos de ellos arrastran causas judiciales, sospechas de corrupción o un prontuario de escándalos, pero nada de eso parece ser un impedimento para integrar listas o aspirar a cargos públicos. Nadie les exige explicaciones, nadie los frena. Siguen adelante, como si nada pasara, como si la dignidad del pueblo no mereciera respeto.
Cuando no logran acordar entre ellos, lo que vemos es bochorno: peleas internas, insultos, agresiones verbales y hasta físicas. Un espectáculo lamentable, indigno, propio de una política vacía, infantil, patotera, que ya no representa a nadie. Después se ofenden cuando se los llama ineptos o corruptos, pero la realidad los desnuda.
Y así, no es de extrañar que la ciudadanía se aleje, se canse, se decepcione. Cada vez son más los que eligen no participar, que sienten que su voto no vale, que no sirve, que nada va a cambiar. Se ven reflejados en esta triste clase política y eligen callar, quedarse en casa, mirar para otro lado. ¿Y quién puede culparlos? Si lo que se ofrece es desilusión tras desilusión.
Nosotros desde este micrófono, con la voz de los jubilados, con la voz de un pueblo que no se resigna, decimos basta. Basta de manipular la democracia. Basta de jugar con la confianza de la gente. Basta de convertir la política en un circo de intereses personales.
Los ciudadanos merecemos dirigentes con altura, con principios, con vocación de servicio. No oportunistas sin vergüenza que sólo piensan en perpetuarse en el poder. Porque nuestro país no puede seguir cayendo más bajo. Porque la Argentina merece otra historia. Y esa historia la tenemos que escribir entre todos. Con honestidad, con compromiso, con memoria y con dignidad