La muerte de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, no sólo marca el cierre de un pontificado: reaviva gestos y silencios que atravesaron el corazón racial, político y espiritual de América Latina. En Buenos Aires, donde habita una sociedad profundamente atravesada por la migración, la afrodescendencia y la diversidad de credos, su partida se sintió cerca. No hubo misas ni actos oficiales en su nombre, pero sí palabras íntimas, respetuosas y contundentes desde quienes históricamente quedaron fuera del altar.

En los testimonios de Pedro Mallorca, babalorixá afroreligioso; Jackson Jean, activista haitiano; Alejandra Egido, artista cubana-argentina; y Bartolo Santana, referente de la comunidad dominicana, emerge una imagen de Francisco que no es institucional ni sacralizada, sino profundamente humana. Fue un Papa que se animó a pedir perdón por el genocidio cultural contra los pueblos originarios, que promovió el diálogo interreligioso y que tendió puentes con los sectores más relegados.


Un Papa latinoamericano, un duelo de muchos acentos
Un Papa latinoamericano, un duelo de muchos acentos

Alejandra Egido, artista cubana-argentina y Pedro Mallorca, babalorixá afroreligioso


Un Papa que habló con los márgenes

Las paredes de casas comunes, en los barrios porteños y en los pasillos donde resisten las comunidades migrantes, afrodescendientes, o practicantes de religión de matriz afro el impacto fue íntimo. Doloroso. Personal.

"No era uno más. Era un Papa que entendía que la fe no se reza solo en latín", resume Pedro Mallorca, babalorixá del Ilê Asé Osun Doyo, al reflexionar desde su práctica religiosa afroamericana. Francisco, dice, fue una figura abierta al diálogo interreligioso, alguien que no temió acercarse al sincretismo y que supo valorar el respeto mutuo entre cosmovisiones. "En Bahía, muchas festividades afro comienzan con una misa. Eso, acá, algunos todavía no lo entienden", explica.

Desde su rol como guía espiritual, Mallorca reconoce el gesto de Francisco hacia los pueblos originarios al pedir perdón por el genocidio cultural. "Faltó el reconocimiento formal, pero fue un comienzo. Fue importante que se escuchara esa palabra desde el Vaticano", analiza. Y agrega: "Yo lo sentí. Y mi familia también. Su muerte duele. Fue un Papa cercano, respetuoso con todas las creencias, incluso con las nuestras".

La comunidad cubana en Buenos Aires también expresa su pesar por la muerte del Papa