Argentina 2004: el día que dos futuros papas compartieron misa y mate
Aquel 28 de agosto de 2004, la ciudad de Buenos Aires transcurría tranquila, sin sospechar que un encuentro en la Parroquia de San Agustín, en el refinado barrio de Recoleta, quedaría grabado en la memoria eclesial. Allí, en el templo de estilo sobrio ubicado sobre la avenida Las Heras 2560, coincidieron dos obispos amigos: Jorge Mario Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, y Robert Francis Prevost, agustino y obispo en el norte del Perú.
El motivo era la celebración de San Agustín, el patrón de la parroquia y figura central en la espiritualidad del obispo agustino. El acto litúrgico fue sencillo, pero cargado de simbolismo: dos pastores venidos de realidades distintas, unidos por una amistad forjada en la vida religiosa y en la opción por una Iglesia cercana a los pobres.
Prevost, originario de Chicago, EE UU, pero radicado desde hacía años en el Perú, se desempeñaba entonces como obispo prelado de Chiclayo, una región marcada por la desigualdad y el compromiso social de la Iglesia. Bergoglio, por su parte, ya destacaba como una figura austera e influyente dentro del Episcopado argentino, con un fuerte vínculo con las villas porteñas y un estilo pastoral directo.
Ambos compartieron una misa íntima pero muy concurrida, con presencia de feligreses, religiosos agustinos y voluntarios de la parroquia. Al término de la ceremonia, según recuerdan algunos testigos, los dos obispos se quedaron conversando en uno de los patios laterales del templo. Compartieron un mate, algunas risas y reflexiones sobre los desafíos de la pastoral en América Latina.