Una vez más, los jubilados quedamos en el último lugar. El Presidente vetó la ley que nos otorgaba un aumento justo, y el Congreso decidió ratificar ese veto. Con esa decisión nos condenan a seguir siendo considerados un gasto, una carga, un número incómodo en las cuentas del Estado.

¿Será posible que, para nosotros, siempre no haya plata? No la hay para nuestras jubilaciones; no la hay para nuestros medicamentos; no la hay para nuestra alimentación. Pero sí aparecen recursos para pagar deudas que no generamos, para reducir impuestos a los que más tienen, para sostener privilegios que nunca alcanzan a los que vivimos del haber mínimo.

Da la impresión de que somos, para este gobierno e incluso para una sociedad que muchas veces guarda silencio, poco más que una “casta” descartable; como si fuéramos basura, escoria, lo más prescindible de la Argentina. Nadie levanta la voz para denunciar el verdadero genocidio silencioso que se comete contra nosotros.

Más promesas, más desencantos, más golpes para el pueblo trabajador y, en especial, para nosotros, los jubilados
Más promesas, más desencantos, más golpes para el pueblo trabajador y, en especial, para nosotros, los jubilados

Y, con todo respeto, señor Presidente, no podemos dejar de señalar la incoherencia de su discurso y de su accionar. Usted se cansó de descalificar a toda la clase política con palabras que llegaron a ser obscenas y hoy, a esos mismos protagonistas, los llama “héroes”. Usted decía que venía a terminar con la corrupción, pero hoy pareciera que la misma salpica a su propio entorno.

La verdad —y lo repito con respeto— es que su gestión no se diferencia demasiado de lo que ya conocimos: más promesas, más desencantos, más golpes para el pueblo trabajador y, en especial, para nosotros, los jubilados. ¿Será que, cuando se llega a lo más alto del poder, todos terminan siendo iguales a sus antecesores?

Por eso me pregunto y les pregunto: ¿cuándo los argentinos tendremos la suerte de ser gobernados por alguien que de verdad piense en la gente, en los más vulnerables, en quienes dejamos nuestra vida entera trabajando por esta Patria? ¿O estamos condenados a vivir y sufrir este martirio interminable?

Pobre la gente.

Pobres nosotros, los jubilados.

Pobre mi Argentina.

Jorge Dimuro, “La Voz del Jubilado”