El próximo domingo 7 de septiembre la provincia de Buenos Aires tendrá elecciones legislativas. Se renuevan bancas en la Legislatura provincial y en concejos deliberantes, pero en las calles el clima es de indiferencia. Las palabras que más se escuchan entre los vecinos del conurbano son cansancio, bronca, desilusión, desconfianza. Los candidatos hacen campaña, los partidos publican spots en redes y la televisión debate encendido, pero la gente siente que nada cambia. Y por eso, muchos dicen que no van a votar.

“Son todo lo mismo, suben solamente para robar, y nosotros seguimos iguales”, le dijo a Mundo Poder una vecina del conurbano bonaerense que ya decidió no ir a votar. Nora, de Vicente López, lo explica con bronca: “Son todos millonarios los políticos, no les importamos, o los que vienen arrasan con todo”. Y Américo, desde Florencio Varela, resume años de abandono: “Acá hace años no hacen calles y siempre está igual, yo laburo y nada más, y solo hay una sola clínica en todo Florencio Varela”.

Las elecciones del domingo parecen lejanas para vecinos que sienten que la política habla un idioma distinto al de la calle. Ellos enfrentan aumentos de impuestos, de cuotas escolares, de alquileres, de alimentos. La inseguridad no da tregua, la inflación erosiona salarios y la deuda con tarjetas de crédito asfixia a miles de familias. En ese contexto, muchos bonaerenses sienten que votar no sirve de nada. Que gane quien gane, “siempre estamos igual”.

El descontento social se refleja en las búsquedas de internet: “cansados de votar”, “políticos corruptos”, “promesas incumplidas”, “voto inútil”. Palabras que muestran una apatía que crece elección tras elección.

¿Por qué la gente no va a votar el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires?

Fatiga, promesas rotas y una política que se pelea en redes

En los barrios del conurbano, la política perdió toda conexión con la vida cotidiana. Vecinos cuentan que mientras ellos se levantan todos los días para trabajar y pagar impuestos, los políticos discuten en redes sociales y en la televisión, pero no aparecen soluciones reales. Ni para la inseguridad, ni para el transporte, ni para la inflación.

Esa distancia entre la política y la gente es cada vez más profunda. Hay vecinos que ya no creen en nadie. Otros sienten bronca, pero también resignación. “No podemos más”, dicen. Es una frase que se repite en Quilmes, en San Martín, en Tigre, en todos los rincones del Gran Buenos Aires.

Los candidatos hacen campaña con promesas de cambio, pero muchos bonaerenses no les creen. Piensan que los políticos solo aparecen en elecciones y luego desaparecen hasta la próxima campaña. Que prometen hospitales, escuelas, seguridad, obras, pero al final todo queda igual o peor.

Datos duros del ausentismo

Lo que sienten los vecinos se confirma con números. En varias provincias que este año desdoblaron sus elecciones, la participación fue bajísima: en promedio apenas votó el 58 % del padrón, cuando históricamente en Argentina superaba el 75 %. En algunos lugares fue aún peor: en barrios como la Villa 31 en la Ciudad de Buenos Aires, la asistencia cayó al 37,5 %. Son cifras que muestran una desafección política inédita desde el regreso de la democracia.

En la provincia de Buenos Aires, encuestas recientes advierten que la participación podría caer por debajo del 55 %, un número crítico para una elección donde el voto es obligatorio. Analistas consultados por Mundo Poder aseguran que esta tendencia marca algo más profundo que un enojo pasajero: la gente ya no siente que el voto cambie su vida.

Problemas reales, promesas vacías

La inseguridad es una de las principales razones del enojo. Vecinos denuncian robos diarios, falta de patrulleros y comisarías sin recursos. La salud pública, que debería ser un derecho básico, muestra hospitales sin insumos y largas colas para conseguir un turno. En educación, los aumentos de las cuotas en colegios privados y la falta de infraestructura en escuelas públicas generan malestar en las familias. Y todo esto mientras los impuestos suben, las tarifas aumentan y los salarios pierden contra la inflación.

La sensación es que la política está en otro mundo. Los vecinos ven a los candidatos pelearse en televisión, en redes sociales, en conferencias, pero nunca en los barrios. No hay obras nuevas, no hay soluciones concretas, no hay cambios reales. “Siempre es todo promesas, pero después nada”, dice Nora desde Vicente López.

¿Por qué la gente no va a votar el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires?

Un voto que ya no emociona

El voto, que durante años fue un acto de esperanza y participación, hoy se vive con apatía. En los barrios del conurbano muchos piensan que votar o no votar da lo mismo. Que la democracia es importante, pero que la política argentina perdió la capacidad de representar a la gente.

Algunos especialistas advierten que si los políticos no logran recuperar la confianza y reconectar con la sociedad, la abstención seguirá creciendo. En otros países, cuando el voto no es obligatorio, la participación a veces no supera el 50 %. Argentina, que siempre tuvo niveles altísimos de concurrencia, ahora se enfrenta a ese riesgo.

La ley dice que no votar genera multas y sanciones. Pero para la mayoría de la gente, esas multas son insignificantes comparadas con la bronca y la indiferencia que sienten hacia la política. Quienes ya decidieron no ir a votar saben que el costo económico es bajo y que es más grande su desencanto que cualquier castigo legal.

Todo indica que el 7 de septiembre habrá muchas mesas con menos votantes que nunca. La abstención podría ser la gran protagonista de estas elecciones. Y eso debería preocupar a toda la dirigencia política: cuando la gente deja de creer, deja de participar.

Porque detrás de cada voto ausente hay una historia de frustración, de promesas incumplidas, de familias que sienten que trabajan y pagan impuestos pero que siguen sin seguridad, sin hospitales, sin escuelas de calidad, sin oportunidades.

La democracia necesita ciudadanos que crean en ella. Pero para que eso pase, la política tiene que volver a mirar a la gente. Escucharla. Resolver sus problemas. Cumplir lo que promete.

Hasta que eso no pase, muchos vecinos del conurbano seguirán diciendo lo mismo:

“Son todo lo mismo. Y nosotros seguimos igual.”