¿Quiénes son los que nos quieren gobernar? Casos que dan miedo
Un video viral expuso a Maximiliano Cobas, candidato de La Libertad Avanza en Lobos, golpeando brutalmente a su ex pareja frente a sus hijos. La repercusión en redes forzó su renuncia y derivó en una imputación judicial. Este caso, junto con una denuncia por abuso de poder en Salta, revela cómo la política argentina permite el acceso al poder de personas sin filtros éticos ni controles reales. ¿A quién estamos votando?
Renunció Maximiliano Cobas, quinto candidato a concejal por La Libertad Avanza en Lobos, tras la viralización de un video en @elbonanews con más de 235.000 vistas, miles de “me gusta” y comentarios. En él se ve cómo golpea brutalmente a su ex pareja delante de sus hijos, expuesto sin filtros ante la mirada pública. La víctima, una mujer de 37 años, radicó la denuncia y Cobas, de 46 años, fue imputado por lesiones agravadas por el vínculo y violación de domicilio, mientras el partido aceptó su renuncia y la Justicia dictó medidas de protección urgentes.
Usted como votante no sabe quiénes son realmente quienes aparecen en las boletas. Nos venden rostros, discursos atrapantes, promesas vacías. Pero ¿qué sabemos de sus historias, sus sombras, lo que esconden detrás de una sonrisa en campaña?
Presentamos dos casos que interpelan el sistema político argentino: uno en Lobos y otro en Salta, ambos del mismo espacio político. Dos historias diferentes, pero con el mismo mensaje: nunca dejamos de ser víctimas del sistema que desprecia filtros éticos y morales.
El caso de Lobos: violencia que se viralizó
Maximiliano Cobas era quinto en la lista de La Libertad Avanza para concejal en Lobos. No tenía antecedentes públicos vinculados a violencia de género—al menos en el sistema penal—hasta que un video rompió el silencio.
Esa noche, las cámaras de seguridad registraron la agresión: Cobas irrumpió en el domicilio de su ex pareja. La mujer intenta cerrarle la puerta, mientras él la empuja, la empuja al suelo, la zamarrea. Los hijos pequeños observan la escena dispersos por el patio y la vereda. La hija sale presa del miedo; el hijo se tapa los ojos. Todo quedará registrado para siempre en ese video.
La grabación fue compartida por la cuenta @elbonanews y se viralizó en redes: superó 235.000 visualizaciones, con miles de reacciones y comentarios solidarios. Ese impulso público fue clave. La presión en redes digitales obligó a LLA a actuar: Cobas presentó su renuncia "voluntaria e indeclinable" y el partido la aceptó esa misma noche.
Al siguiente día fue imputado por violencia de género: las acusaciones incluyeron lesiones leves agravadas por el vínculo y violación de domicilio. No fue detenido, pero la Justicia ordenó medidas cautelares: prohibición de acercarse a menos de 200 metros, botón antipánico, custodia y asistencia psicológica para la víctima y los hijos, vigentes hasta marzo de 2026.
La víctima recibió atención médica del SAME, y la fiscalía de Saladillo —UFIJ 1— avanzó con la causa. No había denuncias anteriores, pero este episodio se bastó para destrozar la carrera política de alguien que, hasta hace días, aspiraba a representar con discursos de “libertad” un futuro municipal.
El caso salteño: favores sexuales a cambio de poder
En Salta, el concejal Pablo López, también de La Libertad Avanza, fue denunciado penalmente por extorsión sexual, retención de haberes y violencia de género. Según la denunciante, López exigía favores sexuales a cambio de devolver una parte de su salario que había sido retenida.
La situación escaló hasta el Concejo Deliberante local: su renuncia fue rechazada por sus pares, que resolvieron radicar el caso en una comisión de juicio político. Se abrió una sesión especial para tratar su posible expulsión del cuerpo legislativo
A diferencia del caso de Cobas, en Salta no hubo renuncia inmediata ni viralización mediática masiva. Pero el proceso judicial y legislativo está en marcha, con la expectativa de una resolución que defina el estándar ético de quienes ocupan cargos públicos.
¿Quién filtra a los candidatos? ¿Quién rescata a los inocentes?
La política argentina hoy es —lo queramos o no— una fábrica de oportunidades laborales para cualquiera. Porque cualquiera puede anotarse. Porque no hay filtros. Porque lo más rápido no es la vocación o la convicción, sino el acceso a una caja, al poder, al dólar político.
Javier Milei, Mauricio Macri y otros referentes omnipresentes aluden a representar “gente de bien”. Pero la pregunta es clara: ¿cómo definen “bien”? ¿Quién certifica la trayectoria ética de quienes firmaron una lista? No hay organismos transparentes, ni auditorías ciudadanas que revisen el pasado moral o penal de los candidatos. Y en ese vacío, se filtran agresores, abusadores, oportunistas.
Mientras usted se entrena para llegar a fin de mes, hay personas que se inscriben en la política como si fuera una salida profesional más. No importan sus sombras. No importan sus condenas futuras. No importan sus víctimas. Lo que importa es la cuota, la oportunidad, llenar espacios.
El derecho del votante no puede ser una ilusión
Usted que no tiene la culpa de no saber a quién votará. No es una falta de interés personal: es producto de un sistema que oculta y que uniformiza rostros. Se muestran campañas seductoras, spots llamativos, hashtags en tendencia. Pero lo que importa —lo verdaderamente importante— está atrás de cámaras de seguridad, en expedientes judiciales, y en historias que eligen no ser contadas.
El voto es el recurso más poderoso que tenemos como ciudadanos, porque es el único mecanismo legítimo para elegir gobernantes. Pero también exige algo: una mínima responsabilidad al votar.
Requiere que dude. Que pregunte. Que no se deje llevar por la estética de un discurso en TV o por el clamor digital de un influencer político. Porque hay sombras que no se pueden permitir. Porque hay personas que no deberían tener nada que ver con el poder.
Vocación o conveniencia: ¿quiénes quieren gobernar?
En Argentina hoy, ser candidato no implica preparación, formación, trayectoria o compromiso social. Implica tener un nombre, un impulso mediático, o alguien que te envía. Y ahí entran personas que quieren protagonismo, dinero o protección política. No vocación. El poder atrae.
Pero la política debería ser vocación de servicio: la convicción de ayudar, de legislar con principios socialmente responsables, de crecer con los otros, de respetar la dignidad humana. No debería ser un lugar de cajas compartidas, favores sexuales o violencia silenciosa.
Por eso estos dos casos —Cobas en Lobos y López en Salta— no son anecdóticos. Son señales de advertencia: cuando los filtros fallan, el poder legitima lo impresentable.
¿Qué podemos hacer?
- Informarnos. No solo mirar una campaña bonita, sino revisar quién acompaña esas boletas. Aunque sea con una búsqueda rápida en Google.
- Promover controles ciudadanos honestos: pedir listas de antecedentes penales o cívicos, exigir transparencia y rendición pública de acciones judiciales o administrativas.
- Exigir que los partidos implementen filtros internos reales, que no sean cosméticos.
- Usar la fuerza del voto no solo para elegir, sino para condicionar: exigir que quien sea electo responda a la vocación pública, no al beneficio privado.
Que no nos gane la indiferencia
Gracias a las redes, el caso de Cobas no pasó a ser olvido. Pero quedan muchos otros en zonas grises, sin cámaras, sin exposición. Gente que accede al poder sin control, sin ética, sin empatía.
El voto es un derecho. El derecho a exigir puede ser la clave. No deberíamos tolerar que quien ejerce poder intimide, humille o abuse. Porque el poder legítimo es el que libera, no el que amenaza.
Usted tiene en sus manos la decisión. Pero también el derecho y el deber de demandar, de exigir transparencia, de exigir vocación. No se conforme con lo que parezca, exiga lo que debería ser.