Un dirigente crítico de su propia historia

Carlos “Chacho” Álvarez rehúye entrevistas y evita hablar en público, pero en la intimidad de un café de Palermo admitió sin reparos: “Mi proyecto político fracasó, no puedo hablar de nadie”.

El ex dirigente reconoció que su renuncia a la vicepresidencia en 2000, tras denunciar el pago de sobornos en el Senado, marcó un quiebre que decepcionó a quienes habían depositado sus esperanzas en el Frepaso y la Alianza.

Con 76 años, aseguró que es “un político del pasado, del siglo XX". "No soy de esta época, no entiendo nada”, sostuvo, en declaraciones al diario La Nación. Su autocastigo contrasta con la permanencia de otros dirigentes que, tras haber protagonizado crisis similares, se mantuvieron en la escena pública.

El recuerdo de la Alianza y su salida del poder

Álvarez fue vicepresidente de Fernando de la Rúa, pero su relación se quebró cuando se convenció de que el gobierno pagaba a senadores peronistas para aprobar leyes. Su renuncia aceleró el colapso de la Alianza y la crisis que terminó con el derrumbe de la convertibilidad y la sucesión de presidentes peronistas en 2001.

Desde entonces, eligió el ostracismo. Fundó el Cepes, un centro de estudios sobre integración latinoamericana, y solo aceptó representar al país en la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur (CRPM). Rechazó cargos nacionales, como el ofrecimiento de Néstor Kirchner para ser canciller, y nunca tramitó la pensión por su paso por la vicepresidencia.

Experimento fallido. Junto a Fernando de la Rúa, “Chacho” Álvarez le puso fin a diez años de menemismo, pero el gobierno de la Alianza no funcionó y terminó en la crisis de 2001.
Experimento fallido. Junto a Fernando de la Rúa, “Chacho” Álvarez le puso fin a diez años de menemismo, pero el gobierno de la Alianza no funcionó y terminó en la crisis de 2001.
Infobae

Visión política y diagnóstico del presente

Aunque evita declaraciones públicas, entre sus allegados señala que la Argentina necesita “consensualismo”, acuerdos básicos entre distintos partidos para gobernar. Sin embargo, advierte que el país transitó en sentido contrario: “Son todos discípulos de Ernesto Laclau”, aseguró, en referencia al antagonismo que domina la política desde 2008.

Sobre Javier Milei, considera que “quiere gobernar como un outsider, pero necesita apoyo” y que la tercera vía política tiene dificultades para consolidarse en la provincia de Buenos Aires.

Entre el recuerdo y el silencio

En el café Varela Varelita, donde es habitué, vecinos y parroquianos lo saludan como parte del paisaje. Habla con crudeza sobre el peronismo, el progresismo y la política argentina, pero es más duro consigo mismo: “No tengo derecho a hablar de nadie”.

Su vida personal también lo atraviesa. Tras la muerte de su compañera Liliana Chiernajowsky en 2016, quedó marcado por el dolor. Se refugia en sus hijos y nietos, mientras lidia con problemas de salud derivados de un EPOC que lo obliga a cuidarse.