Los destinatarios de los agravios

Desde que asumió, Milei no dejó de lanzar insultos y descalificaciones contra adversarios políticos, periodistas y críticos en general. Según un relevamiento de Chequeado, en catorce meses de gestión se cuentan más de 1.000 insultos públicos, con un promedio de 2,4 por día. Los blancos principales son los kirchneristas (“kukas”), los economistas que cuestionan su plan, e incluso artistas o periodistas.

En el caso de Homo Argentum, el Presidente eligió colocar la película como un espejo que “desnuda” la supuesta hipocresía del progresismo argentino. Su lenguaje apuntó a ridiculizar al “otro” y a celebrarlo como un “fracasado absoluto”. El mote de “parásitos mentales” va un paso más allá: deja de discutir ideas para atacar la esencia misma de quienes piensan distinto, reduciéndolos a seres degradados.

Deshumanización: la licencia para dañar

La paradoja del presidente en campaña permanente

Resulta llamativo que, siendo ya presidente, Milei insista en el tono agresivo que utilizaba como candidato. La lógica esperable sería un cambio hacia un lenguaje más institucional, pero ocurre lo contrario. Aquí aparecen algunas explicaciones:

  1. Identidad de outsider: Milei construyó su identidad pública como el que “dinamita la casta”. Su marca es la confrontación. Moderarse sería traicionar esa autenticidad que sus votantes valoran.
  2. Estrategia de polarización: en la era de la economía de la atención, los insultos y exabruptos generan más interacción que los argumentos técnicos. El choque cohesiona a los propios y genera un clima de amigo/enemigo.
  3. Desplazar la agenda: cada insulto obliga a opositores y medios a responder en sus términos. El escándalo desactiva otras discusiones incómodas.
  4. Coherencia cognitiva: la psicología de la disonancia cognitiva (Festinger) explica cómo las personas, ante tensiones entre creencias y realidad, buscan reafirmar sus convicciones. En este caso, intensificar la narrativa de “ellos vs. nosotros” reduce la incomodidad de gobernar para todos cuando en realidad se gobierna para una parte.

El espejo cultural: de Francella a la política

La película de Guillermo Francella y el dúo Cohn-Duprat funciona como una sátira sobre los vicios de “ser argentino”. Puede gustar o no, como cualquier obra cultural. Pero Milei la transformó en una bandera política: no la ve como cine, sino como confirmación de su batalla cultural.

El problema no es la crítica en sí. El problema es que, en lugar de debatir con argumentos, Milei degrada a quienes no coinciden con su visión. Y esa degradación no es inocua: cuando el presidente deshumaniza, habilita a que toda la sociedad lo haga.

Polémica. La película protagonizada por Guillermo Francella generó ruido en las redes sociales.
Polémica. La película protagonizada por Guillermo Francella generó ruido en las redes sociales.

Qué dice la psicología de los insultos 

Aquí entran los hallazgos científicos que permiten analizar el fenómeno más allá de la coyuntura:

  • Deshumanización = licencia para dañar. Llamar “parásitos”, “zombies” o “plaga” despoja rasgos humanos al otro. La dehumanización predice apoyo a medidas agresivas y normaliza el maltrato. Es un mecanismo estudiado en psicología social y política: cuanto más deshumanizado se percibe al adversario, más fácil es justificar agresiones simbólicas o incluso físicas.
  • Espiral de agresión. La incivilidad de las élites políticas se propaga hacia abajo: legitima a los seguidores a insultar, agredir o descalificar a quienes piensan distinto. Esto genera un clima social más tóxico.
  • Incivilidad y confianza democrática. Investigaciones muestran que los insultos y agravios de los líderes reducen la confianza en las instituciones, erosionan la satisfacción con la democracia y disminuyen la disposición ciudadana a cooperar con políticas públicas.
  • Moral disengagement. Al etiquetar a un sector como “inferior” o “corrupto”, se desactiva el freno moral que usualmente impide el maltrato. Dejar de ver al otro como persona lo convierte en objeto de burla o de odio.
  • Metadeshumanización. Cuando alguien siente que es tratado como menos humano, tiende a responder con más hostilidad. El resultado es un círculo vicioso de resentimiento y polarización.

El riesgo democrático

Los insultos del presidente pueden resultar eficaces en el corto plazo para mantener encendida a su base. Pero a largo plazo, corroen el tejido democrático. La política se degrada en un intercambio de agravios, los consensos se vuelven imposibles, y la población se acostumbra a un nivel de violencia verbal que normaliza también la violencia real.

En un país con la fragilidad institucional y la crisis económica que enfrenta Argentina, sostener el conflicto permanente no solo polariza, sino que puede volver ingobernable la realidad.

Javier Milei gobierna, pero sigue actuando como si estuviera en campaña. Su posteo sobre Homo Argentum es solo un ejemplo más de un estilo que degrada al adversario y lo deshumaniza. El problema no es la película, ni el debate cultural sobre el progresismo, sino la naturalización de un lenguaje que convierte a ciudadanos en “parásitos” o “zombies”.

Cuando el poder degrada al distinto, toda la sociedad se degrada un poco más. La pregunta es hasta dónde puede resistir la democracia argentina una presidencia que encuentra en el insulto su método preferido de comunicación.

Fuentes consultadas

  • Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance.
  • Haslam, N. (2006). “Dehumanization: An Integrative Review”. Personality and Social Psychology Review.
  • Mutz, D. (2015). “Incivility in political discourse reduces trust in democracy”. American Political Science Review.
  • Gervais, B. (2017). “Incivility and political participation”. Journal of Politics.
  • Bandura, A. (1999). “Moral disengagement in the perpetration of inhumanities”. Personality and Social Psychology Review.
  • Chequeado (2025). Relevamiento de insultos presidenciales en redes sociales.
  • Coberturas periodísticas sobre el posteo de Milei en X respecto a Homo Argentum (Clarín, La Nación, Infobae, febrero 2025).