El ausentismo gana
Este domingo 18 de mayo se vota en la Ciudad de Buenos Aires, pero las urnas están casi vacías. Frío, desinterés y desconfianza marcan una jornada con más ausencias que votos.
Este 18 de mayo, más de 2.5 millones de personas están habilitadas para votar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sin embargo, pasado el mediodía, apenas unas 500.000 lo habían hecho. Ni el sol tímido que asoma entre las nubes ni la prolijidad de la Boleta Única Electrónica alcanzan para contrarrestar el peso de una apatía democrática que crece con cada elección. Algo se está quebrando. O quizá ya se quebró.
Desde temprano, las 8.600 mesas habilitadas en 1.100 escuelas, clubes y centros aguardan en calma. Las filas, cortas o inexistentes, contrastan con las que se ven en las panaderías de barrio. Y mientras en la televisión se repiten imágenes de candidatos votando y hablando de "compromiso ciudadano", en los portales empieza a tomar forma una noticia que preocupa más de lo que se dice: la participación baja sin freno. En una ciudad donde el promedio histórico rondaba el 74%, y donde en 2023 ya se había votado un 64%, la curva descendente continúa.
Fuente: Dirección General de Estadísticas y Censos CABA, Instituto de Gestión Electoral y Ámbito (Penelli, 2025). Elaboración propia.
No hay temporal, no hay corte de luz. Pero sí hubo tormentas los días previos, más de 3.000 evacuados en la provincia, y un frío intenso que se instala como excusa perfecta para el desinterés. A eso se suma el llamado "efecto Colapinto": el joven piloto argentino debutó esta mañana en la Fórmula 1 y muchos, incluso entre los dirigentes, confesaron que preferían verlo correr antes que ir a votar. El propio Mauricio Macri lo admitió sin culpa. Y en redes sociales lo dijeron con crudeza: "Hay más gente en las cafeterías que en las urnas".
Fuente: Instituto de Gestión Electoral CABA, datos provinciales oficiales y Ámbito (Penelli, 2025). Elaboración propia.
Pero el dato que condensa el estado de ánimo porteño es otro: Mirtha Legrand no votó. A sus 98 años está exenta por ley, pero es la primera vez que lo hace público. Y ese gesto -aparentemente trivial- funciona como símbolo elocuente de un tiempo donde la política dejó de entusiasmar incluso a sus íconos más clásicos. Hay desafección. Hay desconfianza. Y hay un vacío que ni la tecnología puede maquillar.
Hoy se votan 30 bancas legislativas y 105 comuneros, bajo el sistema D'Hondt y con un umbral mínimo del 3% para acceder a las bancas. Participan 17 listas: desde los históricos del PRO, el peronismo y la izquierda, hasta expresiones nuevas como El Movimiento - Nueva Generación o Remedios para CABA. Pero ni la variedad ni la posibilidad de mezclar candidatos en la boleta electrónica parecen ser estímulo suficiente para una ciudadanía cada vez más alejada de las instituciones.
La Boleta Única Electrónica funciona con agilidad: se entrega el DNI, se recibe una tarjeta, se vota en pantalla, se imprime el resultado y se deposita en la urna. El procedimiento es claro y moderno. Pero el problema ya no está en el "cómo", sino en el "para qué". Porque cuando las preguntas no se responden, el acto de votar pierde densidad simbólica. Y lo que debería ser una jornada de afirmación democrática se vuelve una rutina sin alma.
El Instituto de Gestión Electoral asegura que el proceso se desarrolla con transparencia y normalidad. Pero hay algo que se escapa de los datos oficiales: el desinterés social no se resuelve con eficiencia técnica. Y si bien todavía falta conocer los números finales, el mediodía dejó un anticipo claro: el compromiso ciudadano ya no se da por sentado.
Quienes sí votan -jóvenes de 16, extranjeros residentes, personas detenidas con padrón actualizado- lo hacen muchas veces en soledad, sin conversación política real, sin el clima comunitario que antes acompañaba estas fechas. La elección se convierte en trámite, y el voto, en gesto desprovisto de expectativa.
Los números lo confirman: en Santa Fe solo votó el 55% del padrón, en Chaco el 52%, y en las legislativas locales de 2021 en CABA la participación cayó al 65,67%. El promedio histórico nacional desde 1983, que era del 80%, se quebró hace tiempo. En 2001, tras la crisis, se hundió. Y si bien hubo leves recuperaciones en elecciones ejecutivas, las legislativas siguen siendo víctimas del desgano colectivo.
Las razones son múltiples: descreimiento, falta de propuestas creíbles, crisis económica, y un sistema político que no logra conectar con el malestar cotidiano. Se vota menos porque se cree menos. Se vota menos porque se espera menos.
Y, sin embargo, el voto sigue ahí, como un derecho. Como una posibilidad. Aunque deslucida. Aunque en silencio. Aunque la ciudad -esta vez- no tenga muchas ganas de ejercerlo.