En la política, las fracturas más importantes suelen explotar en silencio. Pero lo que atraviesa el PRO en la provincia de Buenos Aires ya no puede ocultarse. Con el cierre de listas a la vuelta de la esquina, el partido que llevó a Mauricio Macri a la presidencia enfrenta una interna tal vez definitoria: coqueteos con Javier Milei, intendentes en rebeldía y un presente que para muchos marca el inicio del fin.

El epicentro de esta crisis es Diego Santilli, quien no disimula su deseo de migrar hacia La Libertad Avanza. Voceros cercanos afirman que “no ve la hora” de sumarse a Milei. Sus declaraciones públicas respaldan esa postura: está dispuesto a permitir que los libertarios encabecen la boleta provincial si ello ofrece una victoria. Según él, es lo que “la calle” exige. Sin embargo, esta posición genera malestar en el núcleo del partido.

Lo que está en juego no son solo unas elecciones: es la identidad del PRO

En el otro extremo, aparece Cristian Ritondo, presidente del PRO bonaerense y quizás el último dirigente que aún busca mantener la unidad. Según él, “vamos a terminar juntos”, aunque reconoce que hay tensiones naturales en cuanto al armado de listas y lugares en boletas  . Su estrategia: negociar con Sebastián Pareja, armador de La Libertad Avanza, dos temas clave: presencia del PRO y participación efectiva de los intendentes.

Porque son estos intendentes los que levantan bandera y se resisten. En una videoconferencia reciente, más de la mitad dejó claro que no avala la idea de que libertarios desconocidos ocupen espacios clave en los concejos deliberantes  . Temen que los “violeta” cedan su voluntad al peronismo local. “Se niegan a ceder los primeros lugares” en las listas y presionan por una boleta propia del PRO  .

De los 13 municipios bajo intendencia PRO, solo cuatro (Mar del Plata, Zárate, Pinamar y Arrecifes) mostraron disposición al acuerdo con La Libertad Avanza  . El resto, como Vicente López, San Isidro, Junín y Pergamino, ni siquiera avanzaron. Muchos comenzaron a conversar con la UCR, el peronismo no K e incluso colectoras vecinalistas como alternativas ().

La presión fue tal que la propia Karina Milei terminó aceptando incluir cláusulas que garanticen control de los intendentes macristas sobre las listas locales  . Aún así, la discusión no está zanjada. Para algunos intendentes, perder ese control significa arriesgar la gobernabilidad de sus territorios.

En paralelo, el peronismo bonaerense aprovecha el escenario. Cristina Kirchner recupera protagonismo tras su condena y detención, comandando el armado kirchnerista provincial. Pero Axel Kicillof parece resistirse a sumarse plenamente. Un operador cercano al PJ reconoció en off: “Su ego no lo deja encolumnarse como debe ser” (). Si no cede, corre el riesgo de quedarse aislado.

En la Ciudad, Jorge Macri, jefe de Gobierno porteño, observa con atención y se muestra criticón de la idea de alianza con Milei. Reitera que el PRO debe volver a su esencia y recobrar su identidad (). Su primo, Mauricio Macri, por su parte, prefiere mantenerse al margen de la pulseada bonaerense, concentrado en fortalecer candidatos nacionales y apoyar campañas provinciales como la de Corrientes  .

La gran incógnita que flota en los despachos es si el PRO será devorado por el arrollador avance del “león” Milei o si sufrirá una derrota táctica pero resistirá como estructura política. En una comparación poco diplomática pero efectiva, algunos dirigentes advierten: “los leones se comen todo, menos a los de su misma especie”.

Lo que está en juego no son solo unas elecciones: es la identidad del PRO. Si se entrega a la lógica libertaria, podría quedar como satélite de un fenómeno pasajero. Si logra definirse, quizá sobreviva al temporal electoral y mantenga su relevancia regional. Lo que parecía una campaña más terminó siendo una prueba de supervivencia política.