Entre urnas y escenas: lo que dejó el 18M porteño

El 18 de mayo no solo fue una jornada electoral: fue una puesta en escena. Desde temprano, los votantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires salieron a elegir legisladores, pero también a protagonizar un repertorio inesperado de gestos, tensiones y momentos dignos de guión. Porque si la política porteña tiene algo de ópera, las elecciones se parecen bastante a un ensayo general con público.

Milei sin saludo y con denuncia en vivo

Todo parecía prolijo hasta que no lo fue. El presidente Javier Milei votó en la UTN, se sacó fotos, sonrió, pero el detalle se volvió titular: un fiscal se negó a darle la mano. Luego, entre la multitud que lo rodeaba, un micrófono lo golpeó. "Me pegaste a propósito", lanzó a un periodista, entre enojo y suspicacia. Antes de retirarse, dejó una frase: "Macri está hecho un llorón, está muy de cristal". Una declaración, una acusación, una escena. Milei sabe moverse en la coreografía mediática.

Adorni rompe la veda sin querer... o no tanto

Manuel Adorni, candidato libertario, llevó sanguchitos de miga para las autoridades de mesa en Caballito. Pero lo más sabroso fue su propio desliz: "Increíble votarme a mí mismo. Nunca pensé que lo iba a hacer". Al darse cuenta, confesó: "Rompí la veda". El tumulto de prensa lo sobrepasó. "Che, me están ahogando", gritó. No fue el único que perdió el control de escena.

Caruso Lombardi y su debut como figura electoral

Ricardo Caruso Lombardi, más habituado a los vestuarios que a las listas sábana, se volvió la estrella de su centro de votación. Fiscales de distintos partidos le pidieron selfies. Él, fiel a su estilo, respondió con metáforas futboleras: "Te echan a tres, te dan dos penales en contra... y en la última, ganás 1 a 0". La urna como cancha, el voto como gol.

Larreta: entre el frío, la espera y un desmayo

Horacio Rodríguez Larreta llegó temprano, pero su mesa estaba cerrada. Esperó más de una hora. "Es una falta de respeto", dijo, visiblemente molesto. Votó con demora, y mientras hablaba con la prensa, un camarógrafo se descompensó. Larreta interrumpió su discurso para pedir un médico. Fue uno de esos instantes donde el cuerpo real irrumpe en la escena construida.

Lospennato y el micrófono rebelde

En plena conferencia de prensa del PRO en el Café Tortoni, Silvia Lospennato intentó hablar... con el micrófono al revés. Risas, corrección y continuidad. Lo simbólico fue inevitable: en un contexto de denuncias por desinformación digital y videos falsos, ni el sonido real funcionaba como debía.

Macri sin medialunas y con Fórmula 1

El expresidente Mauricio Macri, habituado a llevar medialunas en cada elección, esta vez no llevó nada. "No traje nada", dijo con tono relajado. Votó en Lengüitas y se fue a ver el Gran Premio de Imola. En redes compartió una postal familiar: "Mi nieto me recibió diciendo: 'Vamos a ver a Pintocola'". Democracia y automovilismo, una postal argentina.

Brownies, tangos y escuelas con historia

Lula Levy, candidata radical, llevó brownies caseros para las autoridades de mesa. "Nada para la prensa", le reclamó un cronista. "Depende de ellos que compartan", retrucó. En otro colegio, un cantante de tango recitó a Gardel mientras esperaba. Y Alejandro Kim votó en la misma escuela donde estudió Jorge Bergoglio. "Voté donde fue el Papa", dijo, emocionado. El gesto íntimo, en un día colectivo.

La política como performance

En Buenos Aires, incluso el voto tiene escenografía. En cada elección, lo electoral se mezcla con lo simbólico, y el resultado va mucho más allá de las urnas. Lo que se elige, sí, pero también lo que se muestra. Cómo se entra, qué se dice, quién se fotografía con quién. Entre brownies, desmayos, selfies y micrófonos al revés, lo que queda claro es que la democracia argentina se sigue ejerciendo -y actuando- en simultáneo.

En el fondo, cada jornada electoral en Buenos Aires no es solo una cuenta de votos: es una radiografía de época. Lo que se dice, lo que se omite, lo que se improvisa. Los micrófonos cruzados, las urnas abiertas y los cuerpos que resisten el frío para ejercer un derecho que cada vez se vive más en clave de performance.

Porque mientras el sistema electoral funciona con precisión técnica, lo que verdaderamente está en juego es otra cosa: el vínculo entre ciudadanía y representación, entre voto y pertenencia, entre presencia física y compromiso simbólico. Y en eso, CABA ofrece una postal compleja: hiperconectada, irónica, desordenada, intensamente mediática, y a la vez profundamente humana.

El 18M dejó candidatos que se tropiezan con sus propias palabras, fiscales que piden selfies a los que vienen a fiscalizar, cámaras que captan más teatro que deliberación, y ciudadanos que aún, con todo, siguen eligiendo estar.

Votar, en esta ciudad, es también una forma de decir: estamos acá. Aunque nos confundamos de micrófono.