29/05/2020
Luis Scola se convirtió en un trotamundos a medida que comenzó a desarrollar su carrera, la cual le permitió transformarse en una de las leyendas del deporte argentino. En 1998, con 18 años y tras su primera etapa como profesional en la Liga Nacional con Ferro Carril Oeste, inició un periplo por distintos rincones del planeta: España, Estados Unidos, China e Italia, donde se desempeña en la actualidad.
El jugador de Olimpia Milano se refirió a las aventuras que protagonizó alrededor del mundo y al rol nómada que adquirió. "Yo no me siento argentino porque no me siento de ningún lugar. O me siento de todos los lugares, depende de cómo lo quieras ver", expresó en diálogo con el programa Frente a Frente, de ESPN.
"Me pasa una cosa loca: siento desarraigo en el arraigo. Cuando estoy mucho tiempo en un lugar empiezo a sentir una incomodidad. El hecho de estar moviéndome constantemente es mi normalidad. Me cuesta mucho establecerme en un lugar. Lo busco, sí, porque a mi familia le hace bien. La estabilidad es sinónimo de que las cosas están yendo bien y uno va evolucionando, pero también es sinónimo de conformismo", explicó el basquetbolista.
Luego de sus comienzos en Ferro, Luifa actuó en Gijón Baloncesto y Saski Baskonia (España), Houston Rockets, Phoenix Suns, Indiana Pacers, Toronto Raptors y Brooklyn Nets (Estados Unidos), Shanxi Zhongyu y Shanghai Sharks (China). Desde septiembre de 2019, el histórico integrante de la Selección Argentina juega en la ciudad de Milán.
A los 40 años, el nacido en Buenos Aires cuenta con el respaldo de Pamela, su esposa, y sus hijos Tiago, Matías, Lucas y Tomás, quienes se adaptaron a arribar a nuevos destinos con frecuencia. "En ellos ves cosas que no ves en la gente normal. Hace muchos años había un lockout que impedía el comienzo de la liga estadounidense. El arranque de la NBA no estaba claro. Yo en esa época estaba en Houston, entonces decidimos que los chicos comenzaran el colegio en Buenos Aires y que cuando el problema se arreglara nos volvíamos a Estados Unidos, indicó.
Y agrego: Así, tomaron una rutina con tres o cuatro actividades entre la escuela y el club. Y el día que nos teníamos que volver, sus compañeritos les hicieron una despedida. Los abrazaban, los mimaban. Mis chicos miraban como diciendo "¿qué les pasa a estos?". Yo por dentro decía "uh, creamos un monstruo", porque se marcharon de la misma manera que se fueron de Indiana, de Houston o de España y dijeron "chau, nos vemos´. Y se fueron a su próxima aventura. Lógicamente, eran chicos y no terminaban de entender, aunque eso que les sucede no es normal. Por supuesto que no son únicos, dado que hay mucha gente que vive de esa manera".
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